Piedra Labrada de Pontones. Foto: M. F. E. |
LA GRAN LOGIA SIMBÓLICA ESPAÑOLA LEVANTÓ COLUMNAS EN PONTONES
Manuel Fernández Espinosa
APROXIMACIÓN A LA MASONERÍA
Uno de los temas más controvertidos de la historia moderna y contemporánea es el efecto de la llamada "francmasonería" en el acontecer histórico. Hay quienes minimizan el efecto de la masonería en la historia, así José-Leonardo Ruiz Sánchez, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla y miembro del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, piensa que: "La masonería está sobrevalorada, se le otorga un papel que no tuvo", sin embargo un escritor como Benito Pérez Galdós sostiene una idea muy distinta, cuando escribe que la masonería era "...una poderosa cuadrilla política, que iba derecha a su objeto, una hermandad utilitaria que miraba los destinos como una especie de religión, y no se ocupaba más que de política a la menuda, de levantar y hundir adeptos, de impulsar la desgobernación del reino; era un centro colosal de intrigas, pues allí se urdían de todas clases y dimensiones: una máquina potente que movía tres cosas: Gobierno, Cortes y clubs" (Episodios Nacionales, "El Grande Oriente"). Creer que la masonería dispone de un poder ilimitado sobre la política mundial es una exageración que alientan algunos conspiracionistas, pero afirmar que durante el siglo XIX y el XX la masonería permaneció inactiva en el discurrir de la política española es una ingenuidad. El hecho de que la masonería haya sido siempre una sociedad secreta hace que se desproporcione la idea que se tiene de ella, de ahí que -al igual que pasó con la Compañía de Jesús- sus detractores culpen a la masonería de todos los males y sus abogados la ensalcen hasta extremos exagerados. La propia masonería tiene a bien definirse como una escuela de filosofía simbólica que trabaja por el perfeccionamiento humano de sus miembros, fomentando ideales laicistas, filantrópicos y de progreso, pero la gran mayoría de los masonólogos (pues el tema ha dado como para formar una especialidad historiográfica) no niega ciertos hechos a la luz de la historia. Vamos a dejar a un lado, para no resultar enojosos al lector, la índole de la "filosofía simbólica" de la masonería: Ricardo de la Cierva, uno de los máximos expertos españoles en masonería, ha hablado de una "masonería visible" y una "masonería invisible", por tal de no embrollar mucho al lector (con cuestiones muy complejas de filosofía y simbolismo -además de ello, la masonería tiene una terminología pomposa capaz de perdernos en un laberinto), prescindiré de la "masonería invisible" (del plano interior, también por otro nombre llamada) y atenderé a la "masonería visible" (del plano exterior); ésta, la "visible", es eminentemente política y social, pues de ese modo se comprenderá mejor el tema histórico que presenta el título de este artículo.
Antes de ello, servirá una somera introducción histórica en cuatro breves epígrafes:
1. La masonería actual -denominada "especulativa" se fundó con la Gran Logia de Londres el año 1717 en la capital del Reino Unido, asumiendo el legado de símbolos de lo que se llama "masonería operativa" que no era otra que la de los albañiles ("masón" en francés es "albañil") que fueron los constructores de las catedrales medievales, agremiados para transmitir -mediante códigos secretos- el oficio y defender sus legítimos intereses laborales. La masonería operativa estaba compuesta de constructores, la masonería especulativa posterior se compuso de personas de la nobleza y todas las profesiones liberales que, a la vez que incorporó instrumentos de la albañilería dándoles significado simbólico, vino a incorporar también ideas filosóficas que sería muy difícil suponer que tuvieran los albañiles medievales.
2. A España, la masonería la trae el Duque de Wharton, fundando en Madrid la Logia de "Las Tres Flores de Lis" el año 1728. La masonería más temprana se convertiría así en un instrumento de dominio de Gran Bretaña, pero Francia crea su propia masonería para no depender de los dictados británicos. Y cuando Napoleón invade España vemos aparecer a la masonería francesa en nuestro suelo de la mano de José Bonaparte, hermano de Napoleón y rey intruso, de tal forma que proliferaron las logias masónicas francesas en territorio ocupado y cuando los invasores napoleónicos se retiraron de Jaén capital -por ejemplo- se descubrió una logia bonapartista, por lo que podemos aseverar que, al igual que Inglaterra empleó la masonería para sus objetivos geopolíticos, la Francia de Napoleón Bonaparte hizo otro tanto con la masonería, toda vez nacionalizada ésta.
3. En España, las logias de obediencia francesa agruparon a los afrancesados, abiertamente colaboracionistas con la invasión napoleónica, mientras que las logias de signo británico se extendieron subrepticiamente entre la oficialidad militar española, con la consecuente politización de nuestro ejército, lo cual explica que el siglo XIX español fuese una sucesión vertiginosa de pronunciamientos y golpes de Estado dados por militares extremadamente politizados que querían hacer prevalecer la Constitución de Cádiz contra el absolutismo. La masonería fue aprovechada por los liberales, defensores de la Constitución de 1812 que, a la vuelta del absolutismo con Fernando VII, hallaron en el secretismo de la masonería la cobertura perfecta para conspirar contra el absolutismo que negaba la Constitución de 1812 y que la negaba, sobre todo, por entender que la soberanía -tal y como en el Antiguo Régimen se entendía- correspondía al Monarca y no a la Nación que es un concepto moderno y liberal.
4. A lo largo de todo el siglo XIX, la masonería en España sirvió como instrumento de poder a los liberales; la masonería había sido condenada tempranamente por la Iglesia católica, ya en el siglo XVIII y no es extraño por lo tanto que la masonería se haya caracterizado -en España de una manera trágica a veces- por su anticlericalismo. Dada la fragmentación de las opiniones liberales (doceañistas y veinteañistas/moderados y exaltados/moderados y progresistas, etcétera), la masonería corrió pareja suerte, fragmentándose en distintas ramas y obediencias hasta que, tras la Guerra Civil de 1936-1939, con la victoria de Franco se procedió a una persecución sistemática de la masonería, sin que sirviera al caso que algunos masones hubieran apoyado la sublevación contra la II República, al igual que otros masones habían defendido a ésta. Pero no sería solo el franquismo el que la condenara, también fue condenada por la Internacional Comunista que, en palabras del comunista italiano Graziadei, consideraba de esta guisa a la masonería: "...se trata de una organización política que ambiciona llegar al poder mediante la conquista y el conservadurismo".
Hecha esta introducción, vayamos al caso local de Pontones.
El periodista Fernando Lozano Montes, uno de los miembros de la G. L. S. E. de M-M |
LA GRAN LOGIA SIMBÓLICA DE MEMPHIS-MISRAÏM EN PONTONES
En el argot masónico, se le llama "levantar columnas" a la fundación de una logia local. Así fue como el 1 de julio de 1895 la masonería levantó columnas en Pontones, fundando la Logia "Progreso nº 160" que, a diferencia de la inmensa mayoría de las logias provinciales, perteneció a una obediencia bastante marginal, la llamada Gran Logia Simbólica Española de Memphis y Misraïm. He dicho más arriba que existía mucha división en la masonería española, debido a muchas razones. La Gran Logia Simbólica Española se fundó con el propósito de renovar el prestigio de la masonería que, por ese entonces, sufría una crisis de liderazgo. De ahí que un grupo de masones pertenecientes al Gran Oriente de España se separaran del Gran Oriente de España y se dotaran de un rito distinto al que seguía la masonería generalista española (que era el llamado Rito Escocés Antiguo y Aceptado); a tal fin, lograron ser reconocidos por el Gran Consejo de Nápoles en 1889 y el mismo Gobierno Civil de Madrid reconoció legalmente a la nueva asociación masónica. A finales de 1893 esta Gran Logia Simbólica Española contaba con 3000 miembros y 149 logias en territorio español. El rito como tal que adoptó fue el de Memphis-Misraïm que era la fusión de dos ritos: el de Misraïm había sido inventado en Italia, allá por 1805 y el de Memphis se institucionalizó en Francia, de la mano de Gabriel-Mathieu Marconis en 1839. En 1883 las constituciones de este ritual eran aprobadas en Sebeto (Nápoles) por el Gran Consejo de Nápoles que había dirigido el famoso revolucionario italiano Giuseppe Garibaldi.
La propagación de la Gran Logia Simbólica Española por territorio español, como ocurría con otras obediencias masónicas, hay que atribuirla al poder político y social que ostentaban muchos de sus máximos cargos. La Gran Logia Simbólica Española contaba con personajes encumbrados en el aparato del Estado, ocupando sus puestos Ricardo López Sallaberry, abogado del Estado; Ramón Moreno Roure, diputado a Cortes y Gobernador Civil de Albacete; Federico Rubio Amoldo, médico jefe del Servicio Sanitario de la Compañía de Ferrocarriles (no es de extrañar que la Gran Logia Simbólica tuviera, por lo tanto, una logia en Espeluy, nudo de comunicaciones ferroviarias) a la vez que médico del Servicio de Higiene del Ayuntamiento de Madrid. Tampoco faltaron aristócratas en la Gran Logia Simbólica, así Joaquín de Aymerich y Fernández-Villamil, Conde de Villa Mar, general y diputado; o Domingo Pérez de Guzmán el Bueno y Fernández de Córdoba, IX Conde de Villamanrique de Tajo, Marqués consorte de Santa Marta. El periodista y político Fernando Lozano Montes también militó en esta Gran Logia Simbólica. Traigo a colación estos nombres para dar una ligera idea del perfil de sus miembros, lo que explicaría el signo político de la Logia Progreso nº 160 de Pontones que, a buen seguro, estaría conformada por una minoría de vecinos vinculados a algunos magnates y caciques del sistema canovista, a su vez relacionados con estos prebostes u otros que desarrollaban su ejercicio público en diversas capitales de provincia o en la misma capital de España.
La propagación de la Gran Logia Simbólica Española por territorio español, como ocurría con otras obediencias masónicas, hay que atribuirla al poder político y social que ostentaban muchos de sus máximos cargos. La Gran Logia Simbólica Española contaba con personajes encumbrados en el aparato del Estado, ocupando sus puestos Ricardo López Sallaberry, abogado del Estado; Ramón Moreno Roure, diputado a Cortes y Gobernador Civil de Albacete; Federico Rubio Amoldo, médico jefe del Servicio Sanitario de la Compañía de Ferrocarriles (no es de extrañar que la Gran Logia Simbólica tuviera, por lo tanto, una logia en Espeluy, nudo de comunicaciones ferroviarias) a la vez que médico del Servicio de Higiene del Ayuntamiento de Madrid. Tampoco faltaron aristócratas en la Gran Logia Simbólica, así Joaquín de Aymerich y Fernández-Villamil, Conde de Villa Mar, general y diputado; o Domingo Pérez de Guzmán el Bueno y Fernández de Córdoba, IX Conde de Villamanrique de Tajo, Marqués consorte de Santa Marta. El periodista y político Fernando Lozano Montes también militó en esta Gran Logia Simbólica. Traigo a colación estos nombres para dar una ligera idea del perfil de sus miembros, lo que explicaría el signo político de la Logia Progreso nº 160 de Pontones que, a buen seguro, estaría conformada por una minoría de vecinos vinculados a algunos magnates y caciques del sistema canovista, a su vez relacionados con estos prebostes u otros que desarrollaban su ejercicio público en diversas capitales de provincia o en la misma capital de España.
Llama la atención que la masonería de Pontones pertenezca a esta Gran Logia Simbólica que era bastante marginal, pues más extendido estaba el Gran Oriente Español que tenía en Beas de Segura a la logia "Regeneradora 113" o en Villacarrillo a la logia "República 104": el Gran Oriente Español había sido, merced a los auspicios del republicano Miguel Morayta que fue su Gran Maestre, la fusión del Gran Oriente de España y el Gran Oriente Nacional de España. Las únicas logias de la provincia de Jaén que plantó la Gran Logia Simbólica fueron las de Jaén capital, Linares, Espeluy, Aldeaquemada y Pontones. La Gran Logia Simbólica Española de Memphis-Misraïm desaparecía en 1898 que fue un año aciago para la masonería, a la que se le culpó de la pérdida de los últimos vestigios del Imperio Español de Ultramar: Cuba, Filipinas y Guam.
BIBLIOGRAFÍA
"La masonería está sobrevalorada, se le otorga un papel que no tuvo", entrevista concedida al Diario de Sevilla, 5 de julio de 2015.
Menéndez y Pelayo, Marcelino, "Historia de los heterodoxos españoles", tomo II, pág. 792.
Checa Godoy, María del Carmen, "Breve aproximación a la masonería jiennense (1876-1939)", publicado en Elucidario: Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá, nº 7, 2009, pp. 215-244.
Enríquez del Árbol, Eduardo, "Al filo de un centenario: El último Gran Oriente Hispano del siglo XIX: La Gran Logia Simbólica Española del Rito Primitivo y Oriental de Memphis y Mizraim (1889-1989)".
Alvarado Planas, Javier, "Masones en la nobleza de España: Una hermandad de iluminados", La Esfera de los Libros, 2016.
Pérez Galdós, Benito, "El Grande Oriente", Episodios Nacionales.
Pérez Galdós, Benito, "El Grande Oriente", Episodios Nacionales.
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