viernes, 13 de octubre de 2017

EL MARISCAL DE LEÓN EN SANTIAGO DE LA ESPADA



APUNTES PARA UN ESBOZO BIOGRÁFICO DE QUIEN RENOMBRÓ EL HORNILLO COMO PUEBLA DE SANTIAGO


Manuel Fernández Espinosa

En 1575, las "Relaciones de Pueblos de España" que mandó hacer Felipe II apuntan la visita e intervención de Cristóbal López de Aguilera (Mariscal de León y Gobernador del Partido) en la mudanza del topónimo original de la población que, si en su origen se nombraba "El Hornillo", sería vuelto a nombrar por el Mariscal de León ya como Puebla de Santiago. El 30 de noviembre de 1691 a la Puebla de Santiago le sería concedido el título de villa y, posteriormente, se oficializaría el nombre actual de Santiago de la Espada, adquiriéndolo entre los años 1770 y 1776. No obstante, sería deseable saber un poco más sobre la personalidad histórica de Cristóbal López de Aguilera.

Cristóbal López de Aguilera no sólo se limitó a mudar el nombre de El Hornillo a Puebla de Santiago, sino que "dicho mariscal hizo que se fundase la iglesia de dicho Santiago, y así se fundó una ermita, donde agora está hecha yglesia y se dixese la iglesia Santiago". 

MARISCAL DE LEÓN Y GOBERNADOR DEL PARTIDO

Lo primero que puede llamarnos la atención es el título que ostenta, "Mariscal de León".  ¿Qué era un "Mariscal" en aquel tiempo?

"El oficio de mariscal, como sabéis, es oficio de aposentador mayor en los reales ejércitos quando el rey sale en campo" - nos dice Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) en su obra "Batallas y Quinquagenas". Era un oficio importado, siendo el rey D. Juan I el que lo introdujo allá por el año 1382. A partir de Juan I el título de Mariscal recaía sobre caballeros nobles, apareciendo el título de Mariscal de León, lo mismo que lo había de Castilla o Andalucía, según se requiriese atender un frente, bien en las guerras contra Portugal o bien contra el islam. El Mariscal estaba estrechamente ligado al servicio de los Condestables, pero una vez terminada la Reconquista, el título de Mariscal pasó a ser una dignidad que comportaba el gobierno de la caballería e infantería, ejerciendo incluso en causas civiles y criminales, tasaban los bastimentos de la tropa, ordenaban los alojamientos y, para desplegar las actividades a ellos encomendadas, disponían los Mariscales de un equipo de Auditores, Alguaciles y Furrieles.

Don Cristóbal López de Aguilera era Mariscal de León, pero el título no lo vinculaba a la ciudad de León en modo alguno como pareciera a simple vista. Todo indica que tuvo su residencia en Sevilla, donde lo vemos figurar como "comendador" y vecino en la hispalense collación de Santa Catalina. No obstante, en su servicio al Rey y a la Orden de Santiago lo vemos actuar en la actual provincia de Albacete e incluso lo vemos también intervenir en el norte de África, realizando algunas comisiones diplomáticas. Gobernador del Partido era también nuestro D. Cristóbal López de Aguilera y se entiende que Gobernador del Partido de la Sierra de Segura, de la Orden de Santiago.

LINAJE AGUILERA

Cristóbal López de Aguilera pertenecía a una familia muy antigua que, en los armoriales, incluso remonta su origen al legendario caballero alemán Fredericus que, según algunas fuentes, vendría a España allá por el año 718 para combatir a los mahometanos; según se decía, este caballero traía por divisa un águila y por ello fue conocido entre los hombres de Don Pelayo con el mote de Caballero del Águila, posteriormente sus descendientes serían apellidados "Aguilera". El linaje Aguilera parece tener su casa solariega en las montañas de Trasmiera (hoy Cantabria), pasando una de sus ramas a Valtueña (Soria) y otra a Cetina (Aragón), otros Aguileras se asentaron en Salamanca y, con la Reconquista, los vemos pasar a Murcia y Andalucía. En Andalucía, encontramos Aguileras que fueron comendadores de la Orden Templaria en Andújar y los de Sevilla -a los que pertenecía D. Cristóbal López de Aguilera- podrían ser muy probablemente de la misma familia Aguilera que se asentó en Porcuna y Torredonjimeno con Fernando III el Santo.

RELACIONES DEL MARISCAL DE LEÓN CON PERSONALIDADES DE LA CULTURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVI


Uno de los poetas que formaron parte de la pléyade poética del Siglo de Oro fue Baltasar de Alcázar (Sevilla, 1530 - Ronda, 1606); Baltasar de Alcázar fue soldado en las galeras de Álvaro de Bazán, sirviendo a su vez en la guarnición del castillo de Jaén, donde compuso el poema más conocido de su producción: "La cena jocosa" (puede leerse abajo). Se casó Baltasar con una de sus primas hermanas que, a la sazón, era una de las hijas del Mariscal de León, Doña María de Aguilera. Según su biógrafo, el pintor y tratadista Francisco Pacheco (Sanlúcar de Barrameda, 1564 - Sevilla, 1644), además de militar y poeta, también tuvo Baltasar "sabrosa afición a la curiosidad de secretos naturales de metales, piedras, yerbas y cosas semejantes, en que alcanzó gran conocimiento. Tuvo no mediana noticia de la Geografía y Astrología". Resulta así que nuestro Mariscal de León era tío y, a la vez, suegro del poeta Baltasar de Alcázar.

El Mariscal de León también mantuvo una relación de mecenas con el arquitecto Andrés de Vandelvira (1505-1575) al que incorporó en las obras del Monasterio de San Francisco de Alcaraz (ciudad natal del arquitecto renacentista.) Como vemos, el interés del Mariscal de León por patrocinar obras también tendría su efecto en Santiago de la Espada, pues aquí también fue el Mariscal de León el que impulsó la construcción de nuestra parroquia como se lleva dicho arriba. Y, dadas las relaciones de patrón y arquitecto, ¿podría haber pasado Vandelvira por Santiago de la Espada? Sería digno de abrirse esa línea de investigación.


CENA JOCOSA de Baltasar de Alcázar (sobrino y yerno del Mariscal de León)

En Jaén, donde resido,
vive don Lope de Sosa,
y diréte, Inés, la cosa,
más brava de él que has oído.

Tenía este caballero
un criado portugués…
Pero cenemos, Inés,
si te parece, primero.
La mesa tenemos puesta,
lo que se ha de cenar junto,
las tazas del vino a punto:
falta comenzar la fiesta.
Comience el vinillo nuevo
y échole la bendición;
yo tengo por devoción
de santiguar lo que bebo,
Franco, fue, Inés, este toque,
pero arrójame la bota;
vale un florín cada gota
de aqueste vinillo aloque.
¿De qué taberna se traxo?
Mas ya…, de la del Castillo
diez y seis vale el cuartillo
no tiene vino más baxo,
Por nuestro Señor, que es mina
la taberna de Alcocer;
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.
Si es o no invención moderna,
vive Dios que no lo sé,
pero delicada fue
la invención de la taberna.
Porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
mídenlo, dánmelo, bebo,
págolo y voyme contento.
Esto, Inés, ello se alaba,
no es menester alaballo,-
Solo una falta le hallo:
que con la priesa se acaba.
La ensalada y salpicón
hizo fin: ¿qué viene ahora?
la morcilla, ¡oh gran señora,
digna de veneración!
¡Qué oronda viene y qué bella!
Qué través y enjundia tiene!
paréceme, Inés, que viene
para que demos en ella.
Pues, sus, encójase y entre
que es algo estrecho el camino,
no eches agua, Inés, al vino
no se escandalice el vientre,
Echa de lo trasañejo,
porque con más gusto comas,
Dios te guarde, que así tomas,
como sabia mi consejo.
Mas di, ¿no adoras y aprecias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica;
tal debe tener especias!
¡Qué llena está de piñones!
morcilla de cortesanos,
asada por esas manos
hechas a cebar lechones.
El corazón me revienta
de placer; no sé de ti.
¿Cómo te va? Yo, por mí,
sospecho que estás contenta.
Alegre estoy, vive Dios;
mas oye un punto sutil.
¿no pusiste allí un candil?
¿Cómo me parecen dos?
Pero son preguntas viles;
ya sé lo qué puede ser:
con este negro beber
se acrecientan los candiles.
Probemos lo del pichel,
alto licor celestial;
no es el aloquíllo tal,
ni tiene que ver con él.
¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué rancio gusto y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color!
¡Todo con tanta fineza!
Mas el queso sale a plaza
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.
Prueba el queso, que es extremo
el de Pinto no le iguala;
pues la aceituna no es mala
bien puede bogar su remo.
Haz, pues, Inés, lo que sueles,
daca de la bota llena
seis tragos; hecha es la cena,
levántense los manteles,
Ya que, Inés, hemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.
Pues sabrás, Inés hermana,
que el Portugués cayó enfermo…
Las once dan, yo me duermo,
quédese para mañana.

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