Óleo de Bernardo Ferrándiz Bádenes (1835-1885) Título: "Antes del bautizo" |
Y DOS FRAILES Y DOS INCENDIOS
Manuel Fernández Espinosa
En un somero ojeo a los libros de Bautismo (del siglo XIX) de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol de nuestra localidad, no serán pocas las partidas bautismales que encontraremos en las que se registra el bautizo de recién nacidos a los que "echaron agua" personas que no eran el cura, bautizándolos en las aldeas donde los dieron a luz. Dada la configuración de la población santiagueña, diseminada en multitud de aldeas por todo el término municipal, esto formaba parte del día a día de los serranos: el cura párroco (a veces, con suerte, ayudado por un coadjutor) apenas podía atender un territorio tan extenso, accidentado y no raramente incomunicado por las nevadas y el pésimo estado de los caminos y veredas. Y a los niños -como mandaba la fe y era tradición- había que cristianarlos, aunque fuese "in extremis" (o sea, en caso de pensarse que "estaba en las últimas" y no quedaba otra.)
El Concilio de Trento había establecido que, en casos así de críticos, "pueden bautizar sin ceremonia solemne; en cuyo número entran todos, hasta la gente de pueblo, así hombres como mujeres, cualquiera secta que profesen. Pues, habiendo necesidad, se concede esta facultad también a los judíos, a los infieles y a los herejes, con tal que se propongan hacer lo que la Iglesia Católica hace al administrar este sacramento", aunque "no a todos es lícito celebrarle con las ceremonias solemnes". Estaba establecido el orden de quienes podían administrarlos por preferencia: "...ni el seglar estando presente un clérigo, ni el clérigo delante de un sacerdote, deben propasarse a administrar el Bautismo. Si bien las parteras, que están acostumbradas a bautizar, no deben ser desechadas; si alguna vez lo administran en presencia de algún hombre que esté menos instruído en hacer este sacramento". Muchos niños, al igual que las parturientas madres, corrían en no pocos casos el riesgo de morir al poco de nacer, por lo que no era extraño que la partera o aquellos que estaban cerca, tuvieran que darle las aguas del bautismo a la criatura; más tarde, si el bautizado salía adelante y desaparecía el peligro de muerte, se cumplimentaba el bautismo con el ministro pertinente que celebraba las ceremonias solemnes.
Vamos a ver algunos casos curiosos, de entre los muchos que pueden acopiarse.
LA NIÑA QUE BAUTIZARON DOS FRAILES
El 10 de mayo de 1814 nació María Antonia Uroz Martínez, hija de José Uroz Tauste y Juliana Martinez Ojeda; se consigna que el abuelo paterno era natural de Almería: los Uroz almerienses eran oriundos de Navarra, de la que vinieron a Almería en el repoblamiento que se practicó tras la Guerra de las Alpujarras. En el siglo XVIII algunos Uroz abandonan Almería y vienen al Jaén, estableciéndose en Santiago de la Espada y en Torredonjimeno (yo mismo soy descendiente de los Uroz asentados en Torredonjimeno).
Parece que a la recién nacida se la vio en necesidad de ser bautizada sin solemnidades, nada más nacer. Y para ello la familia contó con Fray Luis Arnal, religioso de los Descalzos de San Francisco y predicador de la Villa de Segura -según se nos informa en el documento. Más tarde, a primeros de julio de 1814, Fray Francisco Carrión, de la Orden de los Mercedarios, cumplió con las "ceremonias del baustimo solemne" de María Antonia. Fray Francisco Carrión se hallaba predicando en esos días en Santiago de la Espada. Este asiento bautismal es interesante desde el aspecto misional: en un solo documento, hallamos a dos frailes -de dos órdenes religiosas distintas- que se encuentran en Santiago de la Espada predicando. Santiago estaba aislado, pero nunca dejó de ser atendido espiritualmente por misioneros de Jaén, de Granada, de Albacete y de Murcia.
Es el caso que, aunque no sabemos mucho sobre estos dos religiosos, algo podemos decir.
En el caso de Fray Luis Arnal, como consta en la partida, era franciscano descalzo y predicador de la villa de Segura. Estamos en 1814, por lo que haremos bien en suponer que con mucha probabilidad pudo contemplar con estupor el modo como las tropas napoleónicas, en su retirada de 1810, prendieron fuego a la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Collado, en Segura de la Sierra. No es más que una conjetura, pero dejémosla ahí. Un año después del bautizo de nuestra hornillera por este fraile, el Infante Francisco de Paula Antonio de Borbón y Borbón-Parma (1794-1865) reconstruía la parroquial segureña.
Algo más que una conjetura sabemos sobre el otro religioso que se menciona en la partida bautismal santiagueña. Llevamos dicho que Fray Francisco Carrión le aplicó a esta niña las ceremonias solemnes, cuando se hallaba en misión de predicación aquí, aquel año 1814. Nuestro Fray Francisco Carrión, andando el tiempo, llegaría a ser comendador de la comunidad del Convento de la Merced de Murcia.
La Orden de la Merced la instaló en Murcia Jaime I de Aragón, el Conquistador, en 1266. Y la primera iglesia de ese convento se edifició en 1562. El predicador que pasó por Santiago de la Espada era el comendador de este convento el año 1831. Y el 11 de octubre de 1831 se vería envuelto en el tremendo incendio que destruyó este convento tan antiguo, diecisiete años después de bautizar a nuestra María Antonia en Santiago, logrando escapar con vida, aunque chumascando el hábito.
La iglesia conventual murciana parece que se salvó de las llamas, pero en las actas capitulares correspondientes a la fecha, se dice que: "El fuego se declaró a las nueve y media de la mañana. Acudieron con toda diligencia el corregidor don Félix de Maruiri, regidores, alcalde y comandante de armas con algunas tropas realizando todos trabajos de salvamento. Pese al trabajo realizado, no pudieron impedir que las llamas redujeran a cenizas el convento con todos sus enseres y una parte del templo franciscano". Y sigue narrándose que: "La voz de alarma la dio un muchacho que se hallaba junto al claustro. Fue tan repentino el fuego, que el comendador de la Comunidad, Fray Francisco Carrión, y otros religiosos se quemaron sus hábitos en la confusión buscando precipitadamente la salida de aquella inmensa hoguera. Con el auxilio de los vecinos se logró salvar la vida a varios frailes, abnegados, que a su vez la salvaban al Padre Maestre Alcántara, al que lograron salvar de la celda en llamas. El Maestre se hallaba gravemente enfermo y en los maitines de ese día se le había abministrado la Extremaunción." Por consejo del arquitecto D. Juan Ibáñez, se aisló el templo, derribando parte del claustro. A falta de bomberos, los vecinos, los gastadores del Provincial de Sigüenza, y el 2º de Voluntarios Realistas trabajaron con ahínco hasta que lo creyeron extinguido, aunque a las once de la noche volvió a propagarse nuevamente el incendio por el viento de Levante. Según nos cuenta Alberto Castillo.
En 1835 el convento sería desamortizado, comprándolo unos particulares que lo emplearon como almacén y fábrica de seda.
Siguiendo con las partidas bautismales curiosas, encontamos la de Paula Juliana Paris López, hija de Gregorio Paris Pérez, hijo de Gerónimo y Eusebia, y de Francisca López Rodríguez (hija de Andrés y Narcisa). A Paula Juliana "le había hechado (sic) agua D. Juan de Dios Ojeda, capellán de la Hermita (sic) de La Toba", siendo 17 de agosto de 1814. La vemos recibir el Bautismo solemne en 10 de septiembre del mismo año, ya en la parroquia de Santiago de la Espada, por el cura teniente de la misma.
Presentaré por hoy la última de las curiosas partidas bautismales que he seleccionado, de entre las muchas que pueden recopilarse. Ésta partida bautismal curiosa corresponde a un niño y no echa agua ni fraile ni capellán alguno, sino un particular. Es del 13 de octubre de 1814 y se bautiza solemnemente a un niño que había sido bautizado el 13 de agosto por Pedro Navarro ("le había hechado (sic) agua"); al niño lo cristianaron con el nombre de Ramón Casiano, siendo hijo de Pedro Gabino Ruvira de la Cruz y Mónica Morcillo Romero.