jueves, 23 de marzo de 2017

EL PANTANO DEL TRANCO DE BEAS


 
Vista parcial del Pantano del Tranco de Beas, desde el puente de la presa

LAS IDEAS Y LAS OBRAS

Manuel Fernández Espinosa


Parece que quedan muy lejos aquellos reportajes cinematográficos que ofrecía el NODO. En aquellos “noticieros” era imagen recurrente la del General Francisco Franco inaugurando pantanos. La sensación que se instalaba en los espectadores que veían estos reportajes obligatoriamente cuando iban al cine era que aquellas inauguraciones eran el broche de oro que el dictador y sus gobiernos ponían a unos ambiciosos planes de obras públicas propios. Parecía como que a la dictadura se le había ocurrido hacer pantanos por toda la geografía española y la impresión que, más tarde, se hizo proverbial en la opinión pública es que aquella actividad, de todos aquellos pantanos inaugurados por Franco, se debían al franquismo, para bien o para mal. La publicidad positiva que esto traía consigo para el régimen franquista era indudable, por lo que los detractores de la dictadura no tardaron en lanzar con sarcasmo la acusación de que “Ya estaba Franco inaugurando otro pantano”.

Pero, al margen del efecto propagandístico de aquellos noticiarios en pro o en contra, cuando hacemos por contemplar sin ira y con estudio estas obras públicas, la lección que extraemos es otra muy distinta. La gran cantidad de pantanos que se inauguraron durante el franquismo, como el nuestro del Tranco de Beas, suponen hoy unas infraestructuras necesarias para nuestra vida. Seguro que pudieron hacerse de mejor manera, pero ahí están. Pero, lo más importante que cabe subrayar es que estas obras fueron la plasmación efectiva en la realidad de una necesidad que se demandaba desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX y, como su efectiva y no fácil plasmación, algo que se hizo gradualmente en diversas etapas técnicamente pautadas que atravesaron circunstancias políticas muy diversas. Fueron, por lo tanto, unos proyectos que tenían su origen ideológico mucho antes de establecerse la dictadura franquista. Las más colosales obras que implicaron tanta mano de obra, así como una enorme movilización de medios y recursos, no fueron comenzadas durante la dictadura de Franco. Franco, en la mayor parte de los casos, se limitó a rematar las mismas obras que habían sido anteriormente exigidas por intelectuales y profesionales técnicos y que, también, habían sido emprendidas muchas décadas antes, sin que ni la atroz guerra civil pudiera paralizar estas obras (aunque, como es obvio, las frenara.)

ANTECEDENTES REMOTOS

Para comprender mejor estas ambiciosas empresas nacionales habría que remontarse incluso siglos atrás. La decadencia de España ya era expresada tempranamente en aquellos melancólicos versos de Francisco de Quevedo, en el siglo XVII:

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

España había sido la dueña del mundo, pero incluso sin dejar de ser una potencia mundial, las conciencias más despiertas -como la de Quevedo- ya se habían percatado de que algo estaba pasando, que los españoles habíamos ido cayendo en una indolente languidez que arrastraríamos a través de las centurias. 

Los arbitristas del siglo XVII, que podemos verlos aparecer en la magistral novela del mismo Quevedo (“El Buscón”), por ejemplo, proponían proyectos de obras públicas que no pocas veces confundían sus megalómanas ideas fantasiosas con la imposibilidad. En el siglo XVIII todavía había proyectistas estrafalarios que José Cadalso (en la Carta XXXIV de sus “Cartas Marruecas”), en clave satírica como Quevedo, presentaba en la obra, más arriba referida: “Tengo un proyecto para hacer uno (un canal) en España, el cual se ha de llamar canal de San Andrés, porque ha de tener la figura de las aspas de aquel bendito mártir” –decía aquel personaje; su propuesta era realizar un gigantesco canal que dividiera en la realidad física, como lo había hecho en su fantasía, la Península Ibérica en una enorme X.

Aunque la literatura ha presentado a estos proyectistas con tonos cómicos, no todos estaban tan locos. En el siglo XVIII, con el reinado de Carlos III, se asistió al despertar de una política de obras públicas cuya inspiración hay que encontrarla en la Ilustración dieciochesca. Sin embargo, llegó el siglo XIX que fue, sin duda, uno de los más trágicos para España en todos los órdenes: el siglo XIX se inauguró con una guerra de independencia contra el invasor napoleónico (1808), se fue jalonando por guerras intestinas y conflictos sociales (guerras carlistas, pronunciamientos liberales, revoluciones) y, a la postre, vino a clausurarse con el desastre de la pérdida de nuestras últimas reliquias del Imperio: perdíamos Cuba en 1898 –y Estados Unidos de Norteamérica irrumpía en la escena mundial como una potencia imperialista y avasalladora, infligiéndonos una derrota nacional que adquirió tonos humillantes. La agitada historia española del siglo XIX supuso un parón, deteniendo todo lo realizado con las mejores intenciones en el siglo XVIII: muchas veces se ha ido a buscar las causas del atraso español en fechas más remotas, pero en el siglo XIX podríamos encontrar incoados todos los males que más tarde sufrimos en el XX: la intolerancia ideológica, el cainismo, la guerra, el hambre, las miserias, las injusticias sociales... 

EL REGENERACIONISMO ESPAÑOL Y LOS PANTANOS

No obstante, la Guerra de Cuba y su lacerante desenlace sirvió para algo más que sumirnos en el dolorido sentir de nuestros fracasos históricos; no todos aquellos españoles se quedaron lamiéndose las heridas. El Desastre de 1898 galvanizó al sector más culto de nuestra sociedad, lo excitó hasta ganar conciencia de nuestra postración nacional que no nos dejaba levantar cabeza. Se ahondó en el análisis de los males nacionales y se establecieron líneas de acción para corregir el rumbo y mejorar la situación nacional: los regeneracionistas (la Generación literaria del 98 podría incluirse en el regeneracionismo) compusieron así un abigarrado grupo de talentos que contribuyeron a formar uno de los movimientos de ideas más interesantes y fructíferos de toda nuestra historia contemporánea. Y no somos ni lo suficientemente conscientes ni agradecidos por todo aquel despliegue de compromiso social e histórico de nuestros regeneracionistas, a la cabeza de los cuales habría que poner a D. Joaquín Costa.

Es en el regeneracionismo español donde encontramos el ambiente ideológico al que hemos de ir para encontrar los antecedentes de la multitud de obras públicas infraestructurales y nacionales, entre las cuales cabe enmarcar la del Pantano del Tranco de Beas. 

El regeneracionismo español constituye un movimiento heterogéneo que no puede ser acaparado por ningún partidismo político, en tanto que en él confluyeron los anhelos de personalidades tanto de la izquierda como de la derecha: todos aquellos a los que podemos calificar como regeneracionistas (en sus más diversas y a veces opuestas familias: krausistas, católicos, socialistas, conservadores…) pueden a día de hoy ser reconocidos en justicia como hombres y mujeres que tenían un denominador común: mejorar a España en lo social, en lo económico, en lo educativo, en todas las facetas de la vida nacional. Son muchos y no todos bien conocidos, pero si hay uno que tiene una relación directa con nuestro Pantano del Tranco de Beas es D. José del Prado y Palacio, I Marqués del Rincón de San Ildefonso.

D. José del Prado y Palacio nació en Jaén el 3 de enero de 1865 y falleció en Espelúy el 14 de febrero de 1926. Era miembro de una aristocrática familia, asentada en Torredonjimeno desde el siglo XVI. Estudió ingeniería, pero se involucró en política figurando en el partido conservador a través de los cambios de liderazgo que éste fue experimentando tras el asesinato de D. Antonio Cánovas del Castillo. Fue alcalde de Jaén y de Madrid y en 1919 ocupó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Aunque personaje de la escena política de la España de su tiempo, D. José del Prado y Palacio no se limitó a ejercer sus quehaceres políticos al margen de su formación profesional y sus inquietudes regeneracionistas. En 1917 escribió un libro: “Hagamos Patria. Estudio político y económico de problemas nacionales de inaplazable resolución”, el libro lo prologaba Manuel Bueno Bengoechea (1874-1936), un escritor y periodista de la Generación del 98, el mismo que en una pelea dejó manco, a consecuencia de las secuelas de la bronca, al dramaturgo D. Ramón María del Valle-Inclán.

En “Hagamos Patria” (recordemos: año 1917), D. José del Prado escribió:

Hay que convertir las fuerzas nacionales hacia esta gigantesca empresa, estudiarla con pies de plomo y acometerla con impulsión irresistible hasta llegar a nuestro “ideal nacional” en este punto: restaurar magnos lagos, verdaderos mares interiores de agua dulce, multiplicar pantanos, construir muchedumbre de embalses, alumbrar, aprovechar, detener cuantas aguas caen dentro de la Península, sin devolver al mar, si puede ser, una sola gota”.



D. José del Prado y Palacio


Unos años antes, en 1912, otro comprovinciano, D. Antonio Anguís Díaz (muerto el año 1947), ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, había hecho el primer proyecto para el Pantano que hoy es el del Tranco de Beas. Sin embargo, aunque las obras comenzaron bajo su jefatura, el proyecto que se siguió fue el de D. Antonio del Águila y Rada. Los trabajos de excavación comenzaron el año 1930 y los de hormigonado tuvieron lugar en el de 1931. El macizo se remató en 1934. La guerra civil retardó los trabajos, aunque estos prosiguieron sin cesar y el 28 de febrero de 1944 se cerraban las compuertas, terminándose ese año las obras. Los detalles se ultimarían en 1945. El Pantano sería inagurado en 1948.

CONCLUSIONES

Si hacemos el leve ejercicio de observar bien las fases de las obras de nuestro Pantano del Tranco de Beas en su cronología, terminaremos concluyendo que:

1º Los antecedentes ideológicos del Pantano del Tranco de Beas (así como los de la mayor parte de las Obras Públicas que se acometen en la España del siglo XX) están en el regeneracionismo español, movimiento transversal que concita el activismo comprometido de intelectuales y profesionales técnicos de todo signo político: desde la derecha a la izquierda.

2º Lo que era un proyecto regenerador a escala nacional que contemplaba el aprovechamiento de nuestros recursos, mediante la intervención multidisciplinar y politécnica, viene a definirse y concretarse en los últimos gobiernos de la llamada restauración monárquica que, pese a su corrupción política constitutiva, no podía desentenderse de la urgencia de ciertas cuestiones fundamentales.

3º Se iniciaron los ingentes trabajos en las postrimerías de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera y con la dictablanda de Berenguer y el almirante Aznar que fue la transición de la monarquía restaurada por Cánovas a la II República proclamada el 14 de abril de 1931.

4º La Segunda República Española continuó impulsando y atendiendo estas obras infraestructurales.

5º Ni las dramáticas circunstancias de la Guerra Civil de 1936-1939 paralizaron los trabajos.

6º Durante los primeros años de la dictadura franquista, los trabajos prosiguen y se ven terminados por fin.

7º No fue Franco, por lo tanto, el que hizo el pantano del Tranco de Beas; sí que fue durante su largo mandato dictatorial cuando se vieron rematadas las obras.

El Pantano del Tranco de Beas que ocupa un espacio de los términos de Santiago-Pontones, Hornos y Villanueva del Arzobispo, trajo consigo el anegamiento de la vega de Hornos. Muchas aldeas fueron sepultadas bajo las aguas que se embalsaron aquí: Bujaraiza es el símbolo que se alza de toda aquella zona serrana sumergida. 

8º Y es que, aunque vivimos como si no fuese con nosotros, lo que las personas piensan, escriben y proyectan siempre puede tener efectos reales.

jueves, 16 de marzo de 2017

DON PEDRO "EL DIABLO"

 
Ingenieros de Montes de la segunda mitad del siglo XIX

EL SANTIAGUEÑO AL QUE LA PROVINCIA DE JAÉN LE DEBE TENER SANTIAGO DE LA ESPADA ENTRE SUS PUEBLOS

Manuel Fernández Espinosa

En la misma línea de recuperar y divulgar ni siquiera la semblanza de personalidades históricas de Santiago de la Espada, como ya hicimos con el hornillero Julián Ruiz Marín que fue en el siglo XIX varias veces alcalde de San Roque, hoy quiero presentar a un personaje singular que, no por poco conocido, dejó de tener su influencia en la villa de Santiago. Me refiero a Pedro Fernando Martínez García, referido -incluso en documentación escrita- con el remoquete de "El Diablo" (explicaremos la plausible razón por la que sus detractores le pusieron ese tremebundo apodo).

Nació en Santiago de la Espada el 5 de noviembre de 1775 y era hijo de Pedro Fernando Martínez, natural de Beas de Segura, y de Josefa García que era oriunda de Siles. El padre de Don Pedro "El Diablo" era, como hemos dicho, de Beas, pero figuraba en el patrón del Catastro del Marqués de la Ensenada (año 1755) como "propietario" de un molino de piedra "en el sitio que dizen Zumetta (sic)", de un batán de una rueda y de dos mazos en el mismo Zumeta, también poseía el mesón y sus rentas se calculaban en 50 fanegas al año (30 de centeno y 20 de trigo), lo cual era un considerable patrimonio en la época que explica que pudiera darle estudios a su hijo Pedro. Aprovecho para advertir que "Zumeta" es un hidrónimo que prueba indirectamente la fuerte presencia vasca en la repoblación posterior a la Reconquista en nuestra comarca, puesto que el vocablo "Zumeta" es euskérico (se forma con "zume" que significa sauce, sarga o mimbre y el sufijo pluralizador "-eta", lo que vendría a significar en castellano "mimbreras", "sargas”o "sauces".)

En el año 1837 se puso al frente de la administración de montes de Segura que en ese año ya eran del Estado, habiendo sido anteriormente de la Marina. La situación en España era bastante inestable, dado que en 1833 había estallado la guerra carlista que, aunque teniendo su escenario bélico en el norte peninsular, no dejó de afectar a nuestras tierras y gentes. Algunas expediciones carlistas llegaron a cruzar la Península de norte a sur y de sur a norte, como la de mi paisano el General D. Miguel Sancho Gómez Damas (Torredonjimeno, 1785 - Burdeos, 1864) y las partidas guerrilleras carlistas, formadas por andaluces y manchegos, vivaqueaban por nuestros montes. El guerrillero manchego "Palillos" y sus carlistas penetraron en la Sierra de Segura el año 1837, asaltaron Orcera y quemaron los archivos de la propiedad; esta acción, aplaudida por gran parte del pueblo, hizo perder al gobierno de la Regente María Cristina una sustancial base de datos que permitió que particulares, más o menos potentados, se dieran a talar los montes en su provecho propio, por eso el hijo de Pedro "El Diablo" pudo escribir que: "Acéfalo el establecimiento de los montes de Segura (...) los Ayuntamientos, los particulares, todos se persuadieron de que la hora de destruir los montes había sonado, y así fue que las talas y cortas de árboles de aquel año y siguientes son asombrosas, sin exageración".

En este estado caótico hizo acto de aparición el que sería llamado Pedro "El Diablo" como administrador de Montes, subordinado al Jefe político y administrativo que era el Gobernador Civil de Jaén, D. Agustín Álvarez de Sotomayor. Según cuenta su hijo, D. Pedro tuvo que contener la depredación de los montes, "sin guardas, sin manos ausiliares (sic), sin nada absolutamente". La situación del aislamiento comarcal de la Sierra de Segura y el desorden nacional favorecía que personajes con cierto poder, así como otros menos poderosos, pudieran talar y apropiarse de terrenos en provecho propio y al margen del control del Estado. En ese entonces todavía no existía el Cuerpo de Ingenieros de Montes que no fue creado, por Real Decreto, hasta marzo del año 1853, por lo que D. Pedro, como administrador de Montes, estaba prácticamente solo ante todos los serranos y sus hachas. Entre todos estos D. Pedro tuvo a dos poderosos enemigos: D. Juan Pedro de Aguilar, vecino de Segura, y D. Francisco de Paula Ruiz, el Cura de Siles, a los que el diligente administrador denunció por cortar y talar abusivamente los bosques en beneficio particular. En un Expediente de 1852, el Comisario de Montes de Jaén -que no parecía ser muy afecto a D. Pedro- es el que, hablando de D. Pedro, nos dice: "que por su carácter osado era conocido por El Diablo". El apodo tan denigratorio le venía, por tanto, de parte de la hostilidad que sentían contra él todos los que se sentían perjudicados por las diligencias que el administrador ponía en su celo profesional, defendiendo los intereses del Estado frente a los particulares.

Se tienen algunos datos de D. Pedro Fernando Martínez "El Diablo" que dan idea de su currículo vital: parece ser que fue condiscípulo de D. Antonio Sandalio de Arias y Costa (Madrid, 1794-Madrid, 1839) y conviene advertir que D. Antonio Sandalio de Arias fue un reconocido botánico y agrónomo, catedrático del Jardín Botánico de Madrid y miembro de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País que era la que en aquel entonces otorgaba las cátedras de Agricultura. Nuestro D. Pedro fue Diputado provincial de Jaén en la primera corporación, también parece que era Catedrático de Agricultura; en 1834 estuvo comisionado para inspeccionar la administración de los montes del Segura, Almadén y Río Tinto. Y, muy importante, fue D. Pedro un prominente miembro de la comisión que llevó a efecto el deslinde del límite oriental de la provincia de Jaén, por lo que podríamos decir que a él se le debe que el extenso término de Santiago de la Espada fuese incluido en nuestra provincia. También fue pionero en el asentamiento y colonización de labriegos sin tierra, fundando la Colonia de Isabel II en el término municipal de Siles.

D. Pedro "El Diablo" fue padre de Juan de la Cruz Martínez Ruiz, autor de "Memorias sobre El Partido Judicial de Segura de la Sierra escritas" del año 1842, entre otras obras.


NOTA:

El presente artículo divulgativo está en deuda con el artículo: "Juan de la Cruz Martínez Ruiz. Ilustre jurídico decimonónico nacido en Siles (Jaén)", escrito por D. Enrique Martínez Ruiz, Doctor Ingeniero de Montes, sin cuyas investigaciones sobre el personaje no hubiera podido ser compuesto. Dicho artículo fue publicado en la Revista ELUCIDARIO. Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá, nº 4, año 2007, págs. 93-100).

martes, 7 de marzo de 2017

AUDREY HEPBURN: LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA DE UNA DIVA COMO EJEMPLO




8 DE MARZO DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

 Juan Pedro Robles Fernández 



A menudo nos acostumbramos a ver de pasada la vida y analizar con excesiva frialdad y ligereza los hechos. Nos quedamos con el brillo y poco con el esfuerzo para conseguir ese brillo.

Audrey Hepburn representa junto con Grace Kelly y pocas más el glamour hollywoodiense en su época dorada. Vacaciones en Roma, por ejemplo, es una de las mejores producciones de Hollywood.

Podría parecer que la vida de una de las principales actrices de Hollywood fue un camino de rosas y no fue así. La infancia y niñez de Audrey Kathleen Ruston es ejemplo para muchos de nuestros actuales adolescentes. Un ejemplo al esfuerzo, el trabajo, y el optimismo frente a la desazón, pese a las circunstancias realmente duras que vivieron durante la 2ª Guerra Mundial, sin un triste bocado que llevarse a la boca. La mala alimentación durante la guerra hizo estragos en su constitución de por vida. Aun así, la educación severa y victoriana que recibió le hizo que nunca se quejara en público y redoblara los esfuerzos hacia los demás: “De pequeña me enseñaron que era de mala educación llamar la atención y que jamás de los jamases debía ponerme en evidencia. Todavía me parece oír la voz de mi madre diciéndome “sé puntual”. “Acuérdate de pensar primero en los demás”. “No hables demasiado de ti misma”. “Tú no eres interesante, son los demás los que cuentan”.

Audrey Kathleen Ruston nacía un 4 de mayo de 1929 en Bélgica. Era hija de la baronesa holandesa Ella van Heemstra y del segundo marido de ésta, el inglés Joseph Víctor Anthony Ruston. “Los nacidos en sábado trabajan para ganarse la vida” dice la tradición. La pareja se había conocido en la Indonesia. En aquella época en Batavia, en las indias orientales holandesas, había un floreciente comercio.

Ella van Heemstra procedía de la vieja aristocracia holandesa hija del barón Aarnoud van Heemstra gobernador de la Guayana holandesa (Surinam). No tuvo suerte con su anterior matrimonio y pronto se vio separada de él, con 25 años sólo y dos hijos. Disponía de algunos recursos económicos y era dueña de una parte de las propiedades familiares. Las islas holandesas en la actual Indonesia le ofrecían un lugar floreciente económicamente.

Ella van Heemstra se casó allí con Joseph Víctor Anthony Ruston, su segundo marido, con la esperanza de que éste, inglés y vivaz encontraría pronto un cómodo empleo en alguna de las compañías que comerciaban con el viejo continente. La triste realidad fue que “nunca supo conservar un empleo”.  Para Joseph el mayor atractivo de Ella radicaba en su título y por encima de toda la desahogada economía de la familia de Ella. Durante un breve periodo de tiempo la baronesa se sintió orgullosa de su marido, pero pronto vio como un empleo tras otro los iba perdiendo todos, pese a que algunos de ellos les hubiera permitido vivir de una manera bastante cómoda, toda vez que entre los europeos del archipiélago se ayudaban y se repartían los mejores puestos de las empresas que comerciaban en las islas. El motivo de trasladarse a Bélgica fue precisamente ir en busca de un nuevo trabajo que prometía una próspera situación para la familia. La presión y las discusiones de la pareja provocaron que finalmente Joseph se aviniera. Consideraba que Europa era mucho más apetecible que Indonesia y sentía nostalgia de su Inglaterra natal. Así pues, a finales de 1928 la pareja, junto con los dos hijos de la baronesa, se trasladaron a Bélgica vía Inglaterra. El nuevo empleo pronto aburrió a Joseph.

Joseph era amigo y simpatizante de los movimientos fascistas de la época, esto fue lo único que le resultaba interesante y a lo que dedicaba su tiempo y esfuerzos. Joseph no tardó en distanciarse de su mujer y su hija recién nacida en Bélgica. Al mismo tiempo que se iba agotando el dinero de Ella iba desapareciendo en interés por la niña Audrey y su madre. Cuando hubo despilfarrado casi todo el dinero que su suegro, el barón, le había confiado, las abandonó para seguir con sus intereses fascistas en Inglaterra. “Taciturno, poco dado a trabajar, dependiente de su esposa, despectivo de judíos, los católicos y la gente de color, parecía no tener nada en común con Ella y Audrey”.  Nunca mostró el menor tipo de apego por la pequeña niña que había nacido. La reacción de ella ante esta actitud fue la típica de cualquier criatura: “redobló sus esfuerzos para ganarse el amor y la aprobación paternos, desgraciadamente sin resultado”. El abandono de la familia supuso un tremendo trauma que siempre le acompañó a Audrey. Ella van Heemstra nunca se lo recriminó. Educada en la clásica aristocracia germano-victoriana, el decoro y los modales recargados exigía un corazón atemperado. Además, tenía la convicción de que "la dignidad excluía llamar la atención sobre sí misma”. Esa misma educación aristocrática de la baronesa también excluía, por indecoroso, los mimos y cualquier gesto efusivo para sus hijos más allá de un beso de buenas noches. Así pues, la niñez de Audrey fue tremendamente dura creció sin el referente paterno. “Al abandonarnos puede que mi padre me volviera insegura de por vida, resultó terrible, yo estaba aterrorizada. Era como si el suelo hubiera desaparecido bajo mis pies”. “Mi madre albergaba un gran amor, pero no siempre era capaz de demostrarlo”.

De todas formas, Audrey recibió cierto consuelo. Su abuela materna la llevó junto a su madre a Arnhem, a unos 60 kilómetros de Ámsterdam, donde el viejo barón, su abuelo, tenía una casa. Ella van Heemstra creyó que en la neutral Holanda podría estar a salvo de la guerra. Los holandeses creyeron que nunca Alemania atacaría su país, y así vivían en la comodidad de sentirse resguardados. Audrey aprovechó estos años para continuar sus estudios y descubrió que las clases de danza era donde más feliz se encontraba. Un 10 de mayo de 1940 tropas y artillería nazi atravesaron Arnhem incautándose de los bienes locales y apropiándose de lo que consideraban necesario para sostener su maquinaria de guerra. La felicidad finalizó bruscamente para dar paso a los primeros días de incertidumbre. Por el momento, a la familia de Audrey se le permitió permanecer en su hogar ancestral.



Audrey era políglota. En casa había oído hablar inglés y holandés y en la calle el francés. Aunque nació en Bélgica, era ciudadana británica, pues, al nacer, fue inscrita como súbdita británica en la embajada. Además, tenía nombre inglés. La baronesa sagazmente le cambió el nombre. La falsa identidad le salvó la vida y duró mientras fue necesaria, es decir, toda la guerra.

No tardó mucho tiempo para que los alemanes necesitados de artículos para abastecer el ejército, establecieran un estricto racionamiento. Aceite, gasolina, neumáticos, café, té y toda clase de artículos textiles eran productos a los que la población tenían un acceso restringido. Un país que había disfrutado de un envidiable nivel de vida no tardó en quedar sumido en la pobreza y ser víctima de la enfermedad. A medida que la guerra se prolongaba muy pocos pudieron conservar sus valores y propiedades y la tuberculosis azotó a la población con carácter de epidemia.

Al principio, la población trató de mantener la calma, luego, cuando quedó claro que la paz no sería una realidad inmediata, se creó el Consejo de la Resistencia del Reino de Holanda. Por aquella época, Audrey y su familia sufrieron en carne propia la brutalidad del régimen nazi. La resistencia había intentado volar un tren con pertrechos militares y de inmediato los alemanes tomaron represalias en Arnhem. Detuvieron al tío de Audrey, a su prima, a un ayudante del tribunal donde su tío era juez y a varios vecinos. “Yo vi cómo ponían a mis parientes contra un muro y los fusilaban”. Por desgracia, un poco después, también sus dos hermanos fueron descubiertos y deportados a Alemania.

Aunque estaban en guerra, la vida tenía que normalizarse en lo posible y Audrey siguió yendo al colegio donde asistía a clases de danza. Pronto se convirtió en una alumna estelar. Al poco tiempo no sólo actuaba en las clases, sino que con riesgo de su seguridad y propia vida ofrecía espectáculos clandestinos para recaudar fondos para la Resistencia. Las llamaban funciones negras porque las hacían con las cortinas de las habitaciones corridas con escasa luz. Al finalizar, obviamente, nadie aplaudía. Durante estas actuaciones, algunas personas se les acercaban a los niños y junto a pequeñas cantidades de dinero les daban trozos de papel doblados que Audrey introducía en el zapato para posteriormente entregar a los miembros de la resistencia. Mediante un acuerdo previo, se encontraban con ellos en un parque abarrotado, en un tranvía, etc. Sigilosamente a riesgo de ser descubiertos le entregaba el papel. Audrey negó posteriormente cualquier comportamiento heroico, quitándole importancia a lo que sí tenía y mucha: “Era algo normal que los niños holandeses se arriesgaran a morir para salvar la vida de los miembros de la resistencia”.

En otra ocasión, un miembro de la resistencia le contó que había un paracaidista británico escondido en los bosques de Arnhem y que no podía quedarse allí porque los alemanes iban a hacer unas maniobras en la zona. Audrey aceptó sin dudarlo y se internó en el bosque para trasmitirle el mensaje, además era la única que se podría poner en contacto con él puesto que hablaba perfectamente en inglés. Aquel gesto suyo le salvó la vida. A la vuelta, volvía con un ramillete de flores que ofreció a dos soldados que la abordaron. No sospecharon nada y aquel ramo le sirvió de salvoconducto para continuar hacia el pueblo.

Después del desembarco de Normandía los aliados planearon una operación que pretendía asegurar Holanda. El plan consistía en lanzar treinta y dos mil hombres en paracaídas. Era la operación Market Garden. Sin embargo, los aliados no tuvieron en cuenta que, en el pueblo de Audrey, Arnhem, estaban estacionadas dos divisiones blindadas alemanas. La artillería alemana no tardó en controlar la zona. Muchos aliados murieron al tocar tierra y más de siete mil fueron capturados y deportados a Alemania. Aquel invierno fue uno de los más duros de la historia europea y los nazis vieron como la población holandesa moría lentamente de hambre. Audrey y su madre se vieron obligadas a marcharse de Arnhem “a la casa de campo que mi abuelo tenía, pero no fueron días agradables. Pasábamos los días sin comer, titiritando de frío en una casa sin calefacción ni luz”.

Vivíamos sin nada que hacer, sin noticias, sin libros, ni jabón; sin embargo, aquello no era nada comparado con el horror cotidiano… durante bastante tiempo lo único que teníamos para comer eran bulbos de tulipán. “La mañana del 24 de diciembre, mi tía nos comunicó que no teníamos nada para comer. Yo había oído decir que si uno dormía se olvidaba del hambre. Pensé en subir las escaleras para ir a mi habitación, pero no tuve fuerzas. Se me había hinchado las piernas, estaba desnutrida y tenía tan mal color a causa de la ictericia que mi madre llegó a temer que muriera de hepatitis”. Entonces alguien llamó a la puerta y entró un miembro de la resistencia con un poco de comida y durante algunos días les fue pasando raciones. Cuando se quedaban sin comida aparecía, de nuevo,  la desesperación más absoluta pues continuamente tenían la incertidumbre de si podría, disponer de más.

El 4 de mayo de 1945 Audrey oyó ruidos fuera de la casa. “Corrí a la ventana y vi el primer contingente de soldados aliados. Para mí, la libertad, tiene un olor especial: el de los cigarrillos y la gasolina inglesa. Les pedía un cigarrillo, aunque me hizo toser. También les pedía una chocolatina”. Desde entonces nunca perdería su afición al chocolate.

Posteriormente, finalizada la guerra, Ella van Heemstra, se trasladó con su hija a Inglaterra para que continuara con las clases de danza. Su madre, es un ejemplo de lucha. Los hechos mostraron siempre la fuerza y el empeño de una mujer que fue capaz de, aun siendo baronesa, trasladarse desde Holanda a Inglaterra, buscar un pequeño empleo de conserje que consistía en limpiar un portal de un pequeño bloque de viviendas. A cambio obtenía una habitación poco amueblada y un pequeño sueldo. De esta forma consiguió que su hija pudiera seguir con su instrucción. Pocas mujeres en aquella época mostraban esa determinación.
 
Posteriormente, se evidenció que los estragos alimenticios en un cuerpo adolescente que estaba creciendo habían dejado secuelas que truncaron su carrera como bailarina; sin embargo, no es menos cierto que buscó otra salida. Este hecho le obligó a dar clases de interpretación dando origen, así, a la carrera de una de las estrellas con más estilo y elegancia de Hollywood.

Fuente:

Donald Spoto. Audrey Hepburn. Editorial Debolsillo, Barcelona 2016. Hemos tenido en cuenta los dos primeros capítulos. Una biografía que aconsejamos leer.





sábado, 4 de marzo de 2017

EL TRAJE TRADICIONAL DE PONTONES

Pareja de Pontones (a la izquierda) y pareja de Quesada (a la derecha). Escuela Superior de Magisterio de Madrid

EN LA EXPOSICIÓN MADRILEÑA DEL TRAJE REGIONAL DE 1925


Manuel Fernández Espinosa


Durante buena parte del siglo XIX Andalucía ejerció una hegemonía en el conjunto de España. D. José Ortega y Gasset así lo declaraba: "Las ideas dominantes son de acento andaluz. Se pinta Andalucía -un terrado, unos tiestos, cielo azul. Se lee a los escritores meridionales. Se habla a toda hora de la "tierra de María Santísima"... Hacia 1900, como tantas otras cosas, cambia ésta. -sigue diciéndonos el filósofo madrileño- El Norte se incorpora." Que Andalucía tuviera su predominio a lo largo del siglo XIX no quería decir que se conociera la Andalucía profunda y real: lo que se trasladó al resto de España fue una imagen, a veces asaz estereotipada, de una Andalucía frívola, indolente, achabacanada muchas veces que no correspondía ni al pintoresquismo de ciertas provincias andaluzas administrativamente influyentes, sino a un producto deudor de los tópicos que nos habían sido endosados por los viajeros europeos del romanticismo. La verdadera Andalucía, en su vastedad geográfica y étnica, siguió siendo en gran medida una "tierra incógnita", desconocida en toda la riqueza y diversidad folclórica de nuestros pueblos. Y Jaén fue en ese sentido una de las grandes desconocidas, destino que cabe atribuir a ser una tierra de paso. Fue por eso que causó una gran sorpresa para el resto de España descubrir una Jaén que poco tenía que ver con la imagen andaluza que se había transmitido. Este hallazgo de la Jaén desconocida tuvo ocasión con la Exposición del Traje Regional, organizada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en el Madrid de 1925. Por eso pudo escribir D.Luis de Hoyos y Sáinz, a la sazón catedrático entonces de Antropología de la Escuela Superior de Magisterio:

"La otra andalucía, la menos conocida porque no se desbordó por escenarios y publicaciones que fueron más imaginativas que realistas, ha sorprendido al público con una riqueza indumenal verdaderamente castiza y severamente pintoresca. Jaén deberá gratitud a la Marquesa de la Rambla, que acopió y ha presentado verdaderas maravillas del vestir de la provincia serrana (...) puede verse más de veinte ejemplares de estos, en que la típica pareja del "Chirri" y la "Pastira", de Jaén, como los variados trajes de fiesta y diario de la sierra de Cazorla o de la región de Frailes y Pontones (...) demuestran una de las más variadas riquezas provinciales que figuran en la Exposicion".

El Padre Isaías Morales, párroco de Torres de Albanchez, escribió en Mayo de 1925 un reportaje de esta Exposición, señalando que:

"De la provincia de Jaén, (de lo que, hoy, es territorio de la provincia de Jaén) se tenía idea: primero, de la casi no existencia de los trajes característicamente regionales y típicos; segundo, de la absoluta desaparición de ellos (sin embargo) La instalación de Jaén, en la Exposición, lo ha confirmado plenamente. Hemos demostrado que podemos unir a la Geografía étnica de las provincias españolas, el mapa del traje, colorando distintamente cada una de sus zonas".

D. Isaías también alude en su artículo a ese modismo coloquial, tan propio de la Sierra, en la que todavía se ha conservado eso de "que se llaman hermanos en vez de llamarse amigos", como pasa en Santiago-Pontones.

La Marquesa de la Rambla, Doña Concepción Loring, fue la vocal de la Junta auxiliar de Señoras del Comité Central de la Exposición y Presidenta del Comité Provincial de Jaén y, en colaboración con otros miembros de la aristocracia provincial y algunos intelectuales (como D. Alfredo Cazabán Laguna o el mismo Padre Isaías Morales) reunió un buen muestrario de nuestros trajes tradicionales. Entre todos los pueblos de Jaén que pudieron mostrar sus indumentarias, Pontones aportó la ropa de diario y el vestido festivo tanto del hombre como de la mujer.

Hoy en día sigue constituyendo un punto muy importante la conservación de estos trajes que se han perdido, en virtud de habernos "uniformado" todos con modas ajenas. La recuperación de nuestro estilo propio en el vestir debería ser algo más que objeto de estudios etnográficos para una exposición museística. Aunque parezca imposible, no lo es.

FUENTES:

Ortega y Gasset, José, "Notas de andar y ver. Viajes, gentes y países", Revista de Occidente en Alianza Editorial.

Varios números de la revista provincial DON LOPE DE SOSA.

Para una noticia del párroco de Torres de Albanchez, puede consultarse esta semblanza biográfica que hice sobre el presbítero y cronista: DON ISAÍAS MORALES TORRES. UN PÁRROCO Y UN ACADÉMICO.