UNA OBRA PICTÓRICA VALIOSA QUE RECLAMA UNA URGENTE RESTAURACIÓN
Manuel Fernandez Espinosa
En vísperas de la Festividad de Todos los Santos y Fieles Difuntos nos parece oportuno comentar, siquiera someramente, uno de los tesoros artísticos que posee Santiago de la Espada en su templo parroquial. Se trata del Retablo de las Benditas Ánimas del Purgatorio que podemos contemplar en una capilla lateral de la iglesia. El propósito de este artículo es doble: por un lado, quiero ofrecer una aproximación que explique lo que el lienzo contiene, para comprenderlo y apreciar su valor, rico en rarezas que lo distinguen de entre las muestras comunes de la tipología común de estos retablos. Por otro lado, quisiera que se comprendiera el valor (no el precio, sino el valor) que esta obra tiene para el patrimonio artístico de Santiago de la Espada y la provincia, reivindicando así una pronta restauracion que tanto necesita si no queremos perderlo, dado el deterioro que el tiempo ha causado sobre él.
Sabemos que la Hermandad de las Ánimas local tuvo una vitalidad inusitada en otros tiempos, a esta cofradía he dedicado unos apuntes que, próximamente, serán publicados en la revista ZURRIBULLE. El Concilio de Trento ordenó que todas las parroquias erigieran cofradía del Santísimo Sacramento y de Ánimas en beligerante apología de la dogmática católica que Martin Lutero había puesto en litigio. Es así como la devoción a las Benditas Ánimas arraigó por muchos siglos en toda la Cristiandad. Con el tiempo estas cofradías fueron extinguiéndose, pero es rara (o moderna) la iglesia parroquial que no cuenta con un retablo de ánimas. El de Santiago de la Espada une, a su antigüedad (pudiéramos aventurar que se date del siglo XVII-XVIII), la exquisita belleza de sus hechuras y trazos. Se trata a todas luces de un lienzo de considerable tamaño, al óleo, que presenta en su composición algunos elementos poco frecuentes en estos retablos. Vamos a comentarlos escuetamente.
Podemos diferenciar en esta obra pictórica dos partes: la parte superior y la inferior. En la parte superior nos encontramos, como figura central a la Virgen María en su advocación de Nuestra Señora del Rosario; el empleo de esta advocación mariana para un retablo de ánimas es algo difícil de encontrar, puesto que la advocación de María que se suele asociar a la devoción de las ánimas es por tradición la de Nuestra Señora del Carmen, en virtud de la tradición por la cual la Virgen del Carmen prometió a San Simón Stock el privilegio sabatino (rescatar de las penas del purgatorio a sus devotos que llevaran al cuello el escapulario carmelitano, el sábado inmediatamente posterior al fallecimiento de la persona devota); a la derecha de la Virgen (a nuestra izquierda, según contemplamos) vemos a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores (dominicos) y difusor de la devoción del Santo Rosario, en nuestro cuadro la Virgen parece ofrecerle un rosario.
La Virgen lleva en su brazo izquierdo al Niño Jesús que se dirige a la figura que vemos a la izquierda y que corresponde a San Francisco de Asís. Al igual que la Virgen parece ofrecerle a Santo Domingo el rosario, el Niño Jesús le ofrece a San Francisco una cruz que hemos de entender como símbolo que cifra los estigmas que el santo de Asís recibiría poco antes de subir al cielo: los estigmas son las llagas de las heridas pasionales de la crucifixión (las heridas causadas por la perforación de manos y pies de Cristo al ser clavado en el madero) Algunos santos los han ostentado como señal visible de unión con Cristo y sin que se pueda dar una explicación científica, como ocurrió en el caso de la mística agustina alemana Ana Catalina Emmerich (siglo XIX: Napoleón Bonaparte ordenó a sus médicos estudiar el caso, hasta que se vio forzado a no mandar más médicos a observar a la estigmatizada, debido a las conversiones que el fenómeno inexplicable producía en aquellos hombres de ciencia, descreídos hasta encontrarse con aquel misterio) ó también mostró estos estigmas el capuchino italiano (ya en el siglo XX) San Pío de Pietrelcina.
En la parte inferior del lienzo que ocupa más de la mitad del mismo hallamos a las ánimas que se purifican envueltas en las llamas del purgatorio. Según la tradición así han sido representadas iconográficamente las penas del purgatorio, con la salvedad de que estas penas son "temporales" (transitorias), a diferencia de las del infierno que son eternas (Abandonad toda esperanza los que aquí entráis -escribió Dante como lema de las puertas del infierno.)
Hay que decir que en nuestro retablo las almas purgantes llevan al cuello el escapulario del Carmelo ó bien la cadena del santo rosario, a excepción de una de esas almas que es atendida por uno de los pocos ángeles que aparecen en el cuadro. Este ángel parece estar poniendo al alcance de la mano de un ánima el cordón del cíngulo franciscano que, además de constituir parte del hábito frailengo, cuenta con una larga tradición piadosa que lo hace objeto venerable.