MILAGROS Y TRADICIONES CRISTÍCOLAS DE LA SIERRA DE SEGURA
Manuel Fernández Espinosa
En el año 961 después de Cristo, siendo Romano Pontífice Su Santidad Juan XII, envió el Papa una embajada al califa de Córdoba: dado que, en ese año falleció Abderramán III, no sabemos si el emisario papal se presentó ante Abderramán III o ante su sucesor, Alhakén II. El objeto de la embajada, según nos cuenta Ibrahim ben Yacub al-Israilí, era que había llegado noticia al Santo Padre de Roma de que, en la región de Baza, existía una iglesia cristiana con un olivo milagroso y, conforme a la tradición que se había transmitido, en aquel santuario se encontraban las reliquias de un santo. El Papa Juan XII rogaba al califa cordobés que le permitiera exhumar esas reliquias para trasladarlas a Roma. Según las múltiples fuentes, tanto arábigas como cristianas, ese santo que allí recibía veneración era San Torcuato. El obispo de Baza era en esas fechas Servando, pero la localización exacta de ese santuario genera todavía controversias, pues -aunque el Papa hablaba de Baza- los testimonios de los cronistas y geógrafos musulmanes no se ponen de acuerdo en ubicar de manera concluyente el lugar en que se producía lo que los árabes llamaban el "ayá-ib" (prodigio, milagro sobrenatural) del olivo.
Lo que las crónicas musulmanas sí que recogen es que el prodigio del olivo milagroso se producía en la fiesta de San Juan (24 de junio), lo que hacía que tal día se congregaran allí muchos cristianos para contemplar el "milagro". La afluencia de cristianos se veía engrosada por la visita de no pocos musulmanes que, por curiosidad, también acudían allí. Tal fue el caso del geógrafo almeriense al-Zuhrí que visitó el lugar, dando testimonio de que las aceitunas del olivo en cuestión verdeaban por la mañana, se blanqueaban al mediodía y, por la tarde, se hacían rojizas. Los peregrinos se aprestaban a cogerlas antes de que maduraran del todo, para llevárselas como reliquia de santo. El santo parece que estaba enterrado en una cueva, y junto al olivo, también había un manantial y una ermita. Además de las aceitunas, los fieles recogían agua de aquel manantial con fines terapéuticos -al decir de Abú Hámid Andalusí. Otro cronista musulmán, al-Udrí el almeriense, nos informa de que tales eran las muchedumbres que se concentraban en ese lugar que las autoridades musulmanas ordenaron talar el olivo, para impedir los problemas propios de las grandes aglomeraciones; pero a su vez, al-Udrí nos dice que, después de esta intervención de cortar por lo sano, aquel olivo rebrotó y siguió produciéndose, en el día de San Juan, el portento.
La Sierra de Segura ha sido, dadas sus condiciones, excelente refugio de comunidades perseguidas y de forajidos en todos los tiempos. Eso explica que, tras la conquista de la España goda por la invasión islámica, la comunidad de cristianos (en aquel entonces llamados en las crónicas antiguas "cristícolas") pudieran vivir durante un tiempo en relativa independencia, habida cuenta de su apartamiento de las instancias del poder califal. La toponimia (ciencia lingüística que se aplica al origen de los nombres de lugar) arroja una significativa concentración de topónimos de origen hispano-visigodo anteriores a la invasión arábiga, mantenidos a manera de fósiles léxicos, en la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas. A manera de esbozo sucinto cabe mencionar "Gútar" (en Villanueva del Arzobispo), "Gutamarta" (muy posiblemente pudiera ser "Gutamarca", muy cerca de Cortijos-Nuevos), Góntar, Nerpio y Yeste (vecinos de Santiago de la Espada) o Los Archites (próximo a Pontones, que Menéndez Pidal pensaba que era derivado de "architeris" que significaba "monasterio", con lo que podríamos incluso especular sobre la existencia allí, en la antigua España goda, de un cenobio de monjes). Todo esto, junto a los hallazgos arqueológicos de indudable identificación visigoda, nos permite suponer que, incluso bien avanzada la ocupación musulmana en España, la Sierra de Segura fue territorio cristícola, controlado fiscalmente por el gobierno de ocupación califal, pero bastante impermeable a la islamización (podemos mencionar muchos, pero baste la estela discoidea de Quesada, estudiada por el arqueólogo Carriazo Arroquia). Estas comunidades cristícolas son conocidas por lo común con el nombre de "mozárabes": el término, no obstante, no sería del todo apropiado para nuestro caso, puesto que si bien "mozárabes" es "cristiano que habitaba en territorio bajo dominio musulmán", los mozárabes, propiamente dichos, eran esos cristianos que, por habitar en las ciudades más populosas, quedaban sujetos no sólo bajo el poder islámico, sino bajo la influencia cultural árabe. En cambio, en la Sierra de Segura, esos cristianos vivían lo suficientemente alejados como para permanecer por un tiempo impermeables a la arabización que avanzaba en los núcleos urbanos.
La situación de los cristianos en territorio musulmán no era, ni mucho menos, como nos la pintan en una fabulosa e idílica convivencia de tres culturas. Si bien el islam concedía, en algunas situaciones, la coexistencia de cristianos y judíos (que ellos denominan "los hombres del Libro": se entiende que de la Biblia), los judíos y cristianos en territorio islámico estaban muy reducidos en sus libertades y quedaban sujetos a pagar tributos para poder mantener la práctica de sus religiones respectivas: la presión fiscal en este punto lograba muchas veces que los más tibios judíos y cristianos se convirtieran al islam para eximirse del pago de esos impuestos. La situación de relativa coexistencia terminó tras la expedición de Alfonso I de Aragón, el Batallador. Alfonso I el Batallador se adentró en al-Andalus con sus Huestes, acudiendo al pedido de socorro que los mozárabes de Granada le hicieron por cartas. La llegada del rey aragonés en son de guerra supuso a la postre que muchos de esos mozárabes de Andalucía se incorporaran con sus familias a la columna del rey aragonés. Alfonso El Batallador obtuvo grandes victorias en su expedición por las Andalucías, tal fue la de Anzur (Puente Genil, Córdoba) y recorrió la tierras de Granada, Jaén y Córdoba, perturbando muy seriamente la cómoda ocupación a la que estaban acostumbrados los musulmanes; mas, viéndose impedido para establecer un reino cristiano en el corazón de al-Andalus, tuvo que regresar a sus feudos del norte -haciéndolo por Caravaca de la Cruz, atravesando a buen seguro el territorio de Santiago-Pontones: era el año 1126. Con el ejército aragonés, abandonó Andalucía un gran contingente de mozárabes que se asentaron en el reino de Aragón, recibiendo del rey Alfonso I el "Fuero de Alfaro". Los cristianos que quedaron en Andalucía sufrieron las represalias musulmanas: el abuelo del que luego sería el gran filósofo cordobés Averroes, reclamó la ayuda del emir almorávide magrebí: la población cristiana que no se puso a salvo con Alfonso I sufrió el exterminio, la esclavitud y la deportación al norte de África.
Pero, con anterioridad a esos acontecimientos, el olivo milagroso seguía dando sus aceitunas el día de San Juan. Como decía más arriba, la localización de ese lugar santo está todavía en litigio. Unos cronistas árabes lo sitúan en Granada, otros en Lorca, otros en Murcia. Pero, siguiendo a las fuentes más seguras que son los almerienses Al-Udrí y Al-Zuhrí, parece que todo indica que aquel santuario (ermita, cueva, olivo y fuente) estaba en el Cortijo de Mirabete/Miravete (antiguo castillo de Mirábayt), en el camino medieval que va de Huéscar a Santiago de la Espada, por el Alto de La Losa. Según Juan Carlos Torres Jiménez que ha estudiado el asunto con exhaustividad, el lugar del prodigio podría situarse con bastante probabilidad en Torcas de Aguas Humosas.
BIBLIOGRAFÍA
Torres Jiménez, Juan Carlos, "La iglesia mozárabe en tierras de Jaén (712-1157)".
Aguirre Sádaba, F. Javier y Jiménez Mata, María del Carmen, "Introducción al Jaén Islámico (Estudio geográfico-histórico), Instituto de Estudios Giennenses, Excma. Diputación Provincial, Jaén, 1979.
Salvatierra Cuenca, Vicente, "El Alto Guadalquivir en época islámica", Universidad de Jaén, Torredonjimeno, 2006.
Lema Pueyo, José Ángel, "Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134)",