martes, 20 de febrero de 2018

LUIS DE BORBÓN Y FARNESIO: EL COMENDADOR DE SEGURA DE LA SIERRA

Luis de Borbón y Farnesio, niño: ataviado de Cardenal


EL HERMANO DE CARLOS III Y SU RELACIÓN CON SANTIAGO DE LA ESPADA


Manuel Fernández Espinosa


Desde el año 1749, los gabinetes del despotismo ilustrado acometieron la trabajosa labor de realizar una estadística lo más completa posible del estado de nuestros municipios, con el objeto de fijar una contribución única. Con ello se pretendía dar un paso adelante en la reforma de la Hacienda y las relaciones fiscales de aquel entonces que, en pleno siglo XVIII, todavía presentaban una considerable fisiognomía feudal. Lo que esa reforma fiscal pretendió no se consiguió, dada la resistencia sorda de los estamentos privilegiados que se negaban a cambiar una situación en la que no les iba mal. Pero lo que de esa labor sí quedó fue el llamado Catastro del Marqués de la Ensenada que, para el historiador, es una fuente preciosa de datos, tomados minuciosamente por los delegados del gobierno que, en persona, iban de pueblo en pueblo realizando una encuesta a las autoridades y vecinos de la localidad en cuestión.

A Santiago de la Espada le tocó en suerte venir a D. Juan Felipe de Castaños. Y el 30 de agosto de 1755 comparecieron ante él las autoridades municipales y otros vecinos de la localidad, para responder a las preguntas del gobierno. Se personaron Gonzalo Ruiz Marín y Juan Puente (alcaldes ordinarios), Luis Martínez Blázquez y Pedro Baños (regidores), Fernando Giménez de la Fuente (Procurador Síndico General) y a manera de expertos agropecuarios y constructores comparecieron que sepamos: Juan Punzano, Domingo Muñoz, Lorenzo Romero (perito en casas) y Lorenzo López. Un tal Francisco Xavier Quijano también estuvo presente, como testigo del Síndico y el escribano que lo era José López Robles. Las respuestas a las preguntas están registradas en el "Libro de las respuestas generales de distintas localidades del Reino de Murcia al Catastro de la Ensenada", puesto que Santiago de la Espada pertenecía en ese entonces a la Orden de Santiago y a Murcia. De entre las informaciones que trasladaron, una me llamó la atención. Entre los impuestos de origen feudal que todavía se cobraban en el siglo XVIII figuraba el llamado "diezmo" y, sobre el diezmo dejan dicho en ese documento que:

"El Diezmo se paga de todos los granos, ganados, y demás esquilmas, de diez, uno, y lo percibe el Serenísimo Señor Don Luis Infante de España, como Comendador de su Encomienda".

Pero, ¿quién era ese "Serenísimo Señor Don Luis, Infante de España"?



El personaje es interesante de suyo. Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio era hijo de Felipe V de España y de su segunda esposa, Doña Isabel de Farnesio, Duquesa de Parma. Felipe V se había casado, en primeras nupcias, con María Luisa Gabriela de Saboya, con la que tuvo cuatro hijos. Y tras la muerte de María Luisa Gabriela se casó con Isabel de Farnesio, con la que tuvo siete hijos. Don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio, el Comendador que cobraba los diezmos a Santiago de la Espada, era el sexto hijo de Felipe V "El Animoso" y Doña Isabel de Farnesio, nacido el 25 de julio de 1727; por lo tanto, Luis era hermano menor de Carlos III de España, el "Rey Alcalde" y, mejor todavía, el "Rey Arqueólogo". Como sucesor al Trono de España, Luis estaba lejos de ceñir la corona y, como era la costumbre entre la realeza y la nobleza, desde niño fue dirigido a la carrera eclesiástica contra su vocación. El mismo año en que lo creaban Cardenal Arzobispo de Toledo y Primado de España, también obtuvo la Encomienda de Segura de la Sierra: era el año 1735. Acumularía más títulos eclesiásticos, como el de Arzobispo de Sevilla en 1741. Esto era algo de lo más normal en aquellos tiempos, pues la Casa de Borbón implementó el regalismo: esto es, la injerencia de la Corona en los asuntos de la Iglesia. Pues mucho se habla de la injerencia de la Iglesia en los asuntos del Estado, pero es bueno saber que no fueron pocas las intromisiones del Estado en la Iglesia a lo largo de la Historia. Si a la Casa Real Española no la hubiera frenado el Concilio de Trento, el pobre Luis de Borbón hubiera sido Arzobispo de Toledo con 8 años: el Concilio de Trento estipulaba que no se podían ordenar de sacerdote a niños, pero si no lograron que lo ordenaran Arzobispo a tan tierna edad, sí que consiguieron que fuese administrador de los bienes temporales del Arzobispado de Toledo. Cualquiera le decía que no al Rey de España en el siglo XVIII. Y cuando Luis cumplió la edad, lo terminaron ordenando sin preguntarle tampoco si tenía o no vocación religiosa.

Esto explicaría que este Arzobispo de Toledo colgara la sotana y hasta el capelo cardenalicio, tras rogarle a su hermano Carlos III que le aliviara de esas cargas impuestas por los intereses de la Casa Real. A Luis lo que le gustaba era la caza, la esgrima, la música, las artes y las buenas mozas. En 1754, un año antes de venir a Santiago de la Espada el equipo que realizara la encuesta catastral, ya se lo había comunicado el pobre Arzobispo a su hermano, pues su vida pecaminosa le traía intranquila la conciencia. El Papa y el Rey de España concedieron y se le aceptó la renuncia, permitiendo que se secularizara. En 1761 se hizo Conde de Chinchón, comprándole el Condado a su hermano Felipe. Y en sus estados erigió un Palacio que diseñó el arquitecto Ventura Rodríguez. A partir de ese entonces, Luis trató de ser feliz, dedicándose a sus aficiones. Alrededor de su corte congregó a grandes artistas de aquel entonces: el músico toscano Luigi Boccherini (famoso por su pieza "La Música Nocturna de las calles de Madrid") o a los pintores Francisco de Goya, Charles Joseph Flipart y Luis Paret y Alcázar. Éste último, Paret, gran acuarelista, pagó caro sus labores de alcahuete, pues descubierto que le llevaba las mozas al Serenísimo Señor Don Luis, Carlos III destierra al artista a Puerto Rico en 1775, habiéndose comprobado que el pintor estaba involucrado en uno de los escándalos de faldas de su hermano Luis. 

La vida disipada del Serenísimo Señor D. Luis le deparó dos hijos bastardos en relaciones morganáticas. Quería D. Luis casarse, por ver si así se le calmaban las ansias, pero Carlos III recelaba ante el panorama de ver a su hermano casado, pues debido a ciertas leyes si el Rey consentía en el matrimonio de su hermano Luis, los resultados del matrimonio podrían poner obstáculos a la sucesión de Carlos III, en caso de tener Luis hijos legítimos. Al final, a regañadientes y estableciendo condiciones terminantes que lo apartaban de la corte, al ex-Arzobispo de Toledo se le permitió casarse con María Teresa de Vallabriga y Rozas, hija del Mayordomo de Carlos III y Duque de San Andrés. Con ella tuvo tres hijos: Luis María (el único miembro de la Casa Real que permaneció en España durante nuestra Guerra de la Independencia), María Teresa que casó con (en un momento casi todopoderoso) Manuel de Godoy y María Luisa, casada con el Marqués de San Fernando de Quiroga. 

D. Luis de Borbón Farnesio falleció el 7 de agosto de 1785. Su hermano el Rey recluyó a la viuda en Zaragoza, al hijo varón lo puso bajo la férula y protección de Francisco Antonio de Lorenzana, para encaminarlo a la carrera eclesiástica; y a las hijas de Luis las metió en un convento de Toledo hasta hallarles un buen partido.

Es más que probable que D. Luis de Borbón Farnesio nunca visitara su Encomienda de Segura de la Sierra, pero el hecho de que, como hombre de su época, se interesara por las Bellas Artes podría explicar algunas cosas que todavía hay en Santiago de la Espada y que trataré, Dios mediante, en próximos episodios. Pues aunque la aristocracia -y más todavía la realeza- no tenía un trato directo con todas las villas a las que cobraban sus impuestos, sí que a veces tenían la deferencia de atender las solicitudes que sus vasallos les hacían para mostrar su gracia. Y creo que eso -como digo- explicaría algunas cosas que todavía conservamos en Santiago de la Espada... Pero eso será cosa de tratarlo en otro artículo. Baste por hoy habernos acercado a un personaje histórico que, en sí mismo, resume las contradicciones de una época y que nos enseña que, aunque no pasara fatigas ni privaciones, el hecho de nacer en el seno de la Realeza no garantizaba en modo alguno una vida feliz: ni la garantiza.   


lunes, 12 de febrero de 2018

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN LA SIERRA DE SEGURA



Monumento de la Victoria en Jaén capital, fotografía: Manuel Fernández Espinosa

SANTIAGO DE LA ESPADA, ¿CUARTEL DEL COMANDANTE GENERAL BIELSA?

Manuel Fernández Espinosa


¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!

De la "Oda al 2 de Mayo", del poeta jiennense 
Bernardo López García

INTRODUCCIÓN



La victoria de las armas españolas en la famosa Batalla de Bailén (verano de 1808) supuso el primer y gran desastre terrestre de las que, hasta ese momento, parecían invencibles huestes de Napoleón Bonaparte. En la mar, los napoleónicos siempre tuvieron un gran problema con la poderosa armada británica, pero en tierra parecían invulnerables, incontenibles: se habían paseado por toda Europa, arrollando en su marcha a los ejércitos regulares. No contaban con que en España la cosa no sería tan fácil: a diferencia del resto de países europeos subyugados por Napoleón, los ejércitos españoles podían ser derrotados, pero tras el descalabro, los restos supervivientes de esas tropas diezmadas se recomponían, se reunían y volvían a dar batalla, formando guerrillas, en lo que fue una guerra sin cuartel al invasor napoleónico. La Guerra de la Independencia fue, a la vez que un conflicto contra el invasor, una revolución interna para España. España, desprovista de su Casa Real por los acontecimientos (recordemos que la corona y la familia real habían sido secuestradas "amigablemente" por Napoleón), realizó la experiencia de organizarse ante el vacío de poder en el trono, haciéndolo mediante las Juntas de Defensa, experimentando de esta manera -y por vez primera, traumáticamente, en su historia- un gobierno provisional impersonal (sin Rey) de larga duración.


Sin embargo, el triunfo español en Bailén no desalentó el espíritu de conquista del invasor. La Francia napoleónica era una potencia militar, sus ejércitos estaban curtidos en muchas batallas, bien organizados y pertrechados y gozaban del liderazgo de una voluntad férrea y política y militarmente brillante: la del "Emperador de los Franceses", el corso Napoleón Bonaparte. Napoleón no iba a amilanarse frente a lo que consideraba un pueblo atrasado y anárquico como para él lo era el español. Eso, a la larga, sería su ruina: Napoleón y sus generales invasores no sabían con quiénes se las estaban jugando; algo sí que barruntó José Bonaparte, el hermano de Napoleón que éste puso como rey en España, siguiendo su estilo nepotista. José Bonaparte "reinaría" con el nombre de José I Bonaparte, "Pepe Botella" para los españoles refractarios a admitirlo como rey que, en todo caso, para nuestros antepasados era "rey intruso", un usurpador.

LAS PRIMERAS MENCIONES DE SANTIAGO DE LA ESPADA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA QUE HEMOS HALLADO

Era el día 10 de enero de 1810, cuando el corregidor de Huéscar, D. Juan de Murcia y Montero, recibe la noticia de que, los franceses, habiendo puesto su cuartel general en Albacete, avanzan ya por Tobarra. Sin demora, el corregidor envía la noticia a Castilléjar y Puebla de Don Fadrique, a Castril, Pozo Alcón, Nerpio, Moratalla, Caravaca y Santiago de la Espada (1).

La amenaza también venía desde el sur: el 24 de febrero de 1810, el General Sebastiani, marcha desde Granada a la ciudad de Murcia. La Junta Superior del Reino de Murcia, ante la noticia del avance de Sebastiani, se ve forzada a trasladarse a Almansa (Albacete), para reorganizarse y contra-atacar. Caravaca de la Cruz se convierte en cabeza de Partido Defensivo español, comprendiendo bajo su autoridad cantonal a Bullas, Calasparra, Cehegín y Moratalla. Sebastiani penetró con sus tropas en la ciudad de Murcia, la saqueó y le impuso un tributo militar. La Junta Superior del Reino de Murcia nombraría Comandante General del Partido Defensivo de Caravaca a D. Juan Carlos Samaniego y Bravo, noble caravaqueño, miembro de la Real Maestranza de Ronda, que se pondría al mando de 1.500 vecinos. Cuando en junio de 1810 llegan a Caravaca noticias de los movimientos de un ejército napoleónico (formado por 9.000 franceses) que avanzan sobre Baza, el Comandante General Samaniego alista a todos los hombres hábiles de 16 a 50 años y ordena que tomen posiciones en la Sierra de María, sobre Xiquena, María, Galera y la Puebla de Don Fadrique. Para abastecer a estas tropas patriotas se reclama el auxilio a los vecinos de Calasparra, Cehegín, Moratalla, Taibilla, Zacatín y Santiago de la Espada (2)

Son dos de las escasas citas explícitas que se hacen de Santiago de la Espada en el contexto de la Guerra de la Independencia y, como puede verse, se hallan en estudios que enfocan el asunto en otras provincias limítrofes. Como la mayor parte de la historia de Santiago de la Espada, esta etapa (tan significativa y emotiva) de nuestra historia nacional, está por estudiar exhaustivamente. No obstante, a pesar de la falta de documentación, me complace poder avanzar algunos resultados de mi investigación que pueden ser algo para comenzar y, en su momento, toda vez cotejados, mejorados o corregidos, un principio para aproximaciones venideras. Vamos a ello.

LA GUERRILLA SE ORGANIZA EN LA SIERRA DE SEGURA

La Sierra de Segura (también la de Cazorla) sería privilegiado escenario bélico de las partidas guerrilleras. Las condiciones geográficas ofrecían a los guerrilleros un aliado contra los ejércitos regulares napoleónicos. Como bien destaca Francisco Luis Díaz Torrejón: "Este abrupto territorio [se refiere a la Sierra de Segura y Cazorla] se convierte pronto en un importante santuario insurgente gracias a los esfuerzos del capitán Hermenegildo Bielsa -oficial del Regimiento Barbastro comisionado por el general Blake- y no hay mejor prueba de ello que las numerosas guerrillas allí formadas, tanto por paisanos como con soldados dispersos que vagan por aquellas alturas desde las derrotas de sus regimientos" (3).

Presentemos un poco a los personajes que nos cita Díaz Torrejón. El General Blake es Joaquín Blake y Joyes (Vélez-Málaga 1759-Valladolid, 1827); su apellido extranjero no debe extrañarnos, tenemos que saber que, como era frecuente en los ejércitos del Antiguo Régimen, el general Blake era de origen irlandés. No existía en el siglo XVIII algo así como un ejército nacional: el Rey de España, por ejemplo, contaba con Regimientos de Irlandeses, de Suizos, etcétera, formados por soldados profesionales que, por lo común, terminaban nacionalizándose tras servir al Rey en sus guerras a cambio de una soldada; el ejército moderno, el ejército nacional español, tendría su origen, cabalmente, en la movilización total de nuestros antepasados con motivo de la invasión napoleónica y del esfuerzo nacional de exterminar y expulsar al invasor francés; el general Blake tenía, con anterioridad al conflicto napoleónico, una dilatada carrera militar, además de contar con una sólida formación cultural (hablaba inglés, francés y alemán, sin que le faltara conocimiento de las lenguas clásicas -latín y griego) y, desde el año 1810 al de 1811, fue Presidente del Consejo de Regencia de España e Indias, Jefe del Estado Mayor y Capitán General. El otro personaje -muy importante para mi propósito- que cita Díaz Torrejón es Hermenegildo Bielsa que, como veremos más abajo, tuvo una relación más intensa con Santiago de la Espada. Poco sabemos de Hermenegildo Bielsa, no obstante digamos que la villa y corte de Madrid le tiene dedicada una calle. 

Bielsa se presentó el 10 de febrero de 1810 ante Blake, estando Blake en Huercal-Overa y Blake comisiona a Bielsa como Comandante General de las Guerrillas del Reino de Jaén. Se desplazó, por lo tanto, a la Sierra de Cazorla y Segura y empezó a reunir y organizar las partidas guerrilleras segureñas, compuestas por eminentes guerrilleros de la provincia de Jaén y de otras partes de España. 

Veamos, aunque sea someramente, a algunos de estos bravos combatientes. Bajo el mando de Bielsa estuvieron guerrilleros como los hermanos Uribe (nativos de Villacarrillo), Pedro María y Juan de Uribe. Baste decir que Juan de Uribe protagonizó un suceso insólito en nuestra Guerra de la Independencia. Un jefe de destacamento francés desafió al guerrillero a un duelo personal a espada y a muerte. El duelo se efectuó en la plazuela de la Ermita de Nuestra Señora de la Fuensanta en Villanueva del Arzobispo, el 12 de agosto de 1810. Habría que imaginarse allí a los dos, al gabacho y al villacarrillense, con sus respectivos padrinos y jueces duelistas, al más puro estilo caballeresco del siglo XIX. Uribe esgrimió mejor que el otro su florete, causándole varias heridas, hasta que el pérfido napoleónico, viéndose perdido y en el suelo, sacó al más puro estilo tramposo una pistola y disparó contra el español en un descuido, ocasionándole días después de la herida de bala la muerte al nuestro (4), el otro hermano Uribe prosiguió la lucha y vengó a su hermano. 

Muchos más serían los heroicos guerrilleros de Jaén y Granada que estarían bajo las órdenes de Bielsa y uno de ellos que, en nuestro caso, nos concierne fue el franciscano Padre Fray Juan de Rienda. El Padre Rienda era lector de Sagrada Teología y Guardián (prior) del Convento de San Antón de Baza. En febrero de 1810, estando en un pueblo del Obispado de Guadix, el párroco le encargó al P. Rienda que, desde el púlpito, arengara al pueblo para tomar las armas y defenderse de la invasión extranjera. El P. Rienda puso tanto celo que la feligresía unánimemente gritó: "¡Vamos todos contra los franceses!". Y el P. Rienda no se quedó tomando chocolate, allá que se fue a la cabeza del pueblo a combatir a los invasores, sin que su hábito frailuno fuese óbice para mandar al otro mundo a los enemigos. Su despertar a la lucha nos lo cuenta una crónica franciscana (de la que extraeré lo principal para este artículo), diciendo así: "El Padre Rienda, considerando que los enemigos que ya se le acercaban, lo buscarían para castigarle por tales alarmas, teniendo por una vileza indigna de un corazón magnánimo huir vergonzosamente, desmintiendo con su fuga lo que había predicado en la cátedra del Espíritu Santo, se resolvió a tomar las armas, animando con su ejemplo a los que había incitado con su predicación" (5)

EL HORNILLO, MORADA DE LA ESPOSA DEL COMANDANTE GENERAL BIELSA

El Comandante General de las Guerrillas del Reino de Jaén, Hermenegildo Bielsa, cumplió airosamente su cometido al principio: levantó partidas guerrilleras, desplegó a los guerrilleros por la Sierra de Segura y Cazorla, asestando golpes de mano, dio asilo a los prófugos que huían de las fuerzas de ocupación y sus drásticos castigos. La actividad de Bielsa llegó incluso muy lejos de la Sierra de Segura, por ejemplo, mandó al heroico villariego Pedro de Alcalde que, con sus hombres, entrara por la noche en Martos, sustrajera 60 potros que los franceses tenían allí y los trajera a la Sierra de Segura y, de paso, los nuestros se entretuvieron en degollar a los españoles traidores, llamados "juramentados", que formaban parte del ejército auxiliar español al servicio del invasor (6). Bielsa no se portó mal, al principio: reunió a 500 dispersos, difundió proclamas y cursó órdenes, castigó a los contrabandistas y llegó a tener una fuerza de combate de 5 compañías de 100 hombres cada una, 200 escopeteros y 40 caballos. Sin embargo, todos los éxitos de primera hora de Bielsa se vieron ensombrecidos por un acto que resultó fatal para las poblaciones de Cazorla y La Iruela. Era el 8 de mayo de 1810, cuando en Cazorla se presentaron 750 soldados de la infantería napoleónica. El Comandante Bielsa ordenó que el batallón español se dispusiera entre Cazorla y La Iruela, mientras el mismo Bielsa se colocó "a la parte por dónde fácilmente podía retirarse hacia el Hornillo donde tenía su mujer. El que comprehenda aquel terreno conocerá evidentemente que aquella disposición indicaba la fuga del Comandante General, la retirada en dispersión de nuestra gente y el abandono de las dos poblaciones al saqueo del enemigo." (7). Las posiciones tomadas por el Comandante Bielsa ante la llegada del enemigo fueron vistas (y entendidas) por el Padre Rienda que estaba allí, así que el franciscano guerrillero, enfurecido y tomando su tercerola (arma de fuego de la caballería, más corta que la carabina) se fue para Bielsa y se puso a su lado, intimidándolo. Hermenegildo Bielsa le dijo al fraile: "¿Pero qué hace usted aquí?". A lo que el franciscano le respondió: "Observo a usted. Comprendo que usted va a meter piernas a su caballo, y antes le voltearé yo de un balazo." Para quitarse al fraile de encima, el Comandante Bielsa le dio una orden terminante: "Saque usted una guerrilla y póngase al frente". El P. Rienda obedeció, escogió a 10 hombres de su compañía a los que se les unió Pedro de Alcalde, con 20 de los suyos, y los bravos guerrilleros empezaron el tiroteo con los franceses. La tuvieron muy reñida los napoleónicos, pues -como apunta el P. Laín Rojas: "Los paisanos, esparcidos por el campo y guarecidos de los canalizos, aguardaban a los franceses y no desperdiciaban tiro. Los de aquellas tierras [las gentes segureñas] son excelentísimos tiradores". Pero, en el fragor de las escaramuzas con los napoleónicos y, tal y como había supuesto el P. Rienda, el Comandante General Bielsa se había ido "al Hornillo a buscar a su mujer y dejando aquella valiente tropa sin municiones y sin víveres" (8). Aquella retirada de Bielsa supuso la entrada de los franceses en Cazorla y La Iruela, saqueando, incendiando, violando y asesinando a la población civil, sin poder ser repelidos por los leales guerrilleros que, como el P. Rienda o Alcalde, todavía daban la batalla sin haberse retirado. El P. Rienda y los demás guerrilleros de Jaén denunciaron, una vez que pudieron salir de Cazorla, la retirada de Bielsa a El Hornillo, entendiéndola como traición y éste Bielsa fue cesado en su mando de las guerrillas del Reino de Jaén, sustituyéndole el Brigadier Antonio Osorio Calvache, nacido en Cádiar, Granada, en 1754 y caído heroicamente el 24 de octubre de 1810 en Villacarrillo, siendo llorado por todo el pueblo resistente de Segura, Cazorla y las Villas (9).

No se nos habrá pasado por alto que, según las informaciones de la crónica franciscana que relata las hazañas del Padre Rienda, el Comandante General Hermenegildo Bielsa, dispuso su retirada para poder recoger a su esposa que estaba en El Hornillo. Resulta verosímil que, así las cosas, Santiago de la Espada, todavía en ese entonces conocido como El Hornillo, pudiera ser algo así como la base segura en la que algunos jefes guerrilleros habían instalado a sus familias, mientras ellos se movían por la sierra sembrando el terror en las filas invasoras. Lo remoto y difícilmente accesible de Santiago de la Espada así nos lo sugiere; y la crónica franciscana así nos lo hace entender cuando repite por dos veces que la esposa del Comandante General Bielsa tenía su residencia provisional en Santiago de la Espada, El Hornillo. Y al Hornillo -metiendo espuelas a su caballo- se retiró Hermenegildo Bielsa para recoger a su esposa, mientras dejaba a merced de los franceses las poblaciones de Cazorla y La Iruela y, por ende, perdiendo el crédito entre los guerrilleros combatientes que exigieron su deposición en el cargo de Comandante General. Es una línea de investigación que seguir. El P. Rienda, según comenta la crónica, se sumaría más tarde al Vicario de Yeste en Nerpio, lo que también apuntaría que el cura trabucaire pasaría por Santiago de la Espada con los hombres de su partida.


NOTAS:

(1) Carayol Gor, Rafael, "De la Guerra de la Independencia en Huéscar y el Coronel Villalobos", Boletín del Centro de Estudios Pedro Suárez, Estudios sobre las comarcas de Guadix, Baza y Huéscar, nº 23.

(2) Moyano, Manuel, "La Guerra de la Independencia en la Región de Murcia", (Varios Autores), Colección Estudios Críticos, Tres Fronteras Ediciones, Región de Murcia, año 2009.

(3) Díaz Torrejón, Francisco, "Guerrilla y geografía: el movimiento insurgente en el mapa de la Andalucía napoleónica (1810-1812)". Anuario. Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, 2009.

(4) Martínez Laínez, Fernando, "Como lobos hambrientos. Los guerrilleros en la Guerra de la Independencia (1808-1814)", Algaba Ediciones, 2007. Es uno de los libros de referencia que para este tema hay, una obra muy completa que tiene la virtud de haber estudiado la guerrilla antinapoleónica en todo el territorio español, con un estilo ágil y ameno.

(5) Empleo una crónica franciscana (no sé si, con el tiempo, ha conocido su publicación); contaré brevemente cómo llegó a mis manos y quién es su autor. El franciscano vallisoletano P. Fray Alejandro Recio Veganzones (q.e.p.d.) fue un arqueólogo de prestigio que terminó sus días en Martos, tuve el honor de conocer y ser discípulo del Padre Recio quien, hace ya muchos años, puso en mis manos fragmentos de una crónica franciscana escrita en el siglo XIX; todos esos fragmentos concernían a la Guerra de la Independencia y al esfuerzo bélico realizado por los franciscanos andaluces de la época. Esa crónica que digo la escribió el P. Fray Salvador Laín Rojas (nacido en Bujalance, Córdoba, el año 1741), este fraile decimonónico pasó por varios conventos franciscanos, convirtiéndose en un erudito arqueólogo del siglo XIX, especializado en latín, hebreo y árabe. En 1790, el P. Laín Rojas ganó la cátedra de Filosofía del Convento de Úbeda y en 1797 se convirtió en profesor de Filosofía del Convento de Martos. Todo lo relativo a las hazañas del Padre Rienda que he empleado para la confección de este artículo pertenece a esa Crónica cuyo título completo no puedo citar, dado el estado fragmentario en que me llegó. Sí que conservo copia mecanografiada por el mismo P. Recio que me aportó esas páginas. Y quiero, a título de testimonio, poner aquí ni siquiera la fotografía de un pasaje, en el que podrá leerse "El Hornillo".


(6) Gazeta de la Regencia de España e Indias y véase también el libro "Como lobos hambrientos" (op. cit. de Fernando Martínez Laínez)

(7) Crónica franciscana del padre fray Salvador Laín Rojas, ver nota 5.

(8) Crónica franciscana del padre fray Salvador Laín Rojas, ver nota 5.

(9) La Asociación Amigos de la Historia de Villacarrillo (Ahisvi) publicó en su día un especial sobre la Guerra de la Independencia en la zona de las Cuatro Villas que recomiendo como material de obligada mención.

jueves, 8 de febrero de 2018

MATILDE GALERA SÁNCHEZ, INTELECTUAL SANTIAGUEÑA

Matilde Galera Sánchez




EN EL XIV ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Manuel Fernández Espinosa

El 28 de Junio de este año 2018 se cumplirán catorce años de la muerte de una santiagueña que tenemos que reivindicar y conocer: Matilde Galera Sánchez. Nació Matilde en Santiago de la Espada el 14 de Abril de 1937 y falleció en Granada, recibiendo cristiana sepultura allí. Estudió Magisterio y Filosofía y Letras, compaginando sus estudios con el piano. En 1958 empezaría su labor docente en la Puebla de Don Fadrique, a donde estuvo hasta el año 1960. En 1960 sería profesora interina en el Instituto Ganivet de Granada y profesora ayudante de la Facultad de Filosofía y Letras, así como en la Escuela de Magisterio Femenina "Nuestra Señora de las Angustias". En 1964 sería destinada a Cabra (Córdoba), para incorporarse al Instituto Aguilar y Eslava, como profesora catedrática de Literatura. Más de treinta años como docente, pero también como investigadora.

En su labor investigadora, Doña Matilde Galera despuntó como una de las más profundas conocedoras de la vida y obra del escritor Juan Valera (1824-1905) que a la sazón era natural de Cabra, el pueblo en el que la misma Matilde impartía sus clases de Literatura. La santiagueña sería Presidenta de la Asociación Amigos de Valera, siendo galardonada con el Premio Juan Valera en 1981. Ese mismo año 1981 se la designó como académica correspondiente de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.

Además de todo lo sembrado en su trabajo diario como profesora, Matilde Galera nos dejó un libro imprescindible: "Juan Valera, político", fruto de sus arduas indagaciones sobre la vida y avatares del escritor (y también político) egabrense. Con el estudio, publicó también una parte del epistolario del autor cordobés, así como intervenciones en el Senado. El libro, de 735 páginas, lo publicaría el Servicio de Publicaciones del Excelentísimo Ayuntamiento de Cabra el año 1983. En la ciudad de Cabra, la santiagueña tiene una calle en su honor, tanto fue el bien que hizo y se le reconoció. Y sería muy oportuno que, como personalidad intelectual de relieve y nativa de Santiago, en Santiago de la Espada también reivindiquemos a esta autora, ejemplo de impecable trabajo intelectual femenino. 

Portada y lomo del libro "Juan Valera, político" de la santiagueña Matilde Galera




COMO UN ÁNGEL DE LA GUARDA, LEAL Y VALIENTE


Esta fotografía no corresponde a los protagonistas de la historia 


LEALTAD Y AMOR DE PERRO

Manuel Fernández Espinosa

Algunas veces saltan noticias sobre la agresión de algún perro a un ser humano. Pero también podemos leer entrañables historias de perros que, en su lealtad, aguardan durante meses a sus dueños a la puerta de los hospitales... O no se separan de la tumba o el cementerio donde yacen sus amos. Ésta es tal vez una de las historias tristes que pueden leerse, pero también es una historia de lealtad y heroísmo caninos: y tuvo lugar en nuestra Sierra de Segura. La rescato de la hemeroteca, su fecha es de noviembre de 1980, viéndose publicada en dos de los principales diarios nacionales: EL PAÍS y el ABC. No ha pasado mucho tiempo de aquello; pero me conmovió otra vez la lealtad de uno de los animales más nobles que existen: el perro.

Por octubre de 1980 un pastor de 50 años (Ángel Moreno Fernández) se hallaba con su rebaño en la Solana del Estrecho a 1300 metros de altitud, cuando le sorprendió la muerte en aquellas soledades. Parece que ya nevaba por esa fecha, pues su cuerpo quedó sobre la nieve. Pero hasta el 27 de octubre los vecinos no pudieron hallar el cadáver del pastor desaparecido. En 11 días que pasó el cadáver del pastor a la intemperie, el perro se mantuvo al lado de su amo, defendiéndolo de todas las alimañas que pugnaron por la carne del pastor. El perro hizo una brava defensa de su dueño, hasta el extremo de que, cuando lo hallaron junto al cadáver del pastor, el perro presentaba heridas de las luchas que sostuvo contra otros animales que, de no ser por el canino, habrían devorado el cuerpo sin vida de su dueño.

El cuerpo del pastor se trasladó a Santiago de la Espada, tras ser levantado por el Juez. Pero, ¿y el perro? Después de su noble hazaña, el perro desapareció, sin que pudieran localizarlo los parientes y amigos del pastor que se esforzaron por hallarlo. Se desvaneció como un ángel guardián, tras cumplir su piadoso servicio.

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