miércoles, 20 de junio de 2018

EL CONSPIRADOR CONTRA FRANCO QUE VISITÓ SANTIAGO DE LA ESPADA

En la instantánea, puede verse a Rodríguez Tarduchy conversando con José Antonio Primo de Rivera

EMILIO RODRÍGUEZ TARDUCHY, FACTÓTUM DE CONSPIRACIONES



Manuel Fernández Espinosa



En su enjundioso artículo "El Sindicato Agrícola Católico de Santiago de la Espada. Primera aproximación", el recientemente fallecido Profesor Eduardo Araque Jiménez exponía la problemática agraria que se sufría en Santiago de la Espada en las primeras décadas del siglo XX. El Sindicato Agrícola Católico -siguiendo la investigación del prestigioso geógrafo de la Universidad de Jaén- había elevado a las más altas instancias del Gobierno (entonces la Dictadura de Miguel Primo de Rivera) las justas reclamaciones del vecindario santiagueño. Las reivindicaciones de los sindicalistas católicos fueron estudiadas, en un primer momento, por un vocal de la Dirección General de Acción Social Agraria, a la sazón Ramón del Pando Armand, ingeniero de Montes, que redactó un informe sobre el caso. El sindicato católico se proponía dotar de ventajosas condiciones al pequeño campesino para que éste asumiera la propiedad de unas tierras que, previa conformidad con sus originales propietarios, el sindicato planeaba comprar con ayuda del gobierno. Otra de las reclamaciones sindicales era frenar el acoso de los guardas forestales que continuamente multaban a los lugareños cuando la titularidad de los terrenos en los que estos plantaban estaba en litigio, desde tiempo inmemorial, entre el Estado (al que servían los forestales) y los vecinos. De esta forma se hubiera liberado a la población más menesterosa de la plaga de usureros que la explotaba. Las tierras que se habían pensado adquirir eran de tres propietarios: 200 hectáreas que pertenecían a D. Pablo Ibáñez, localizadas en Haza del Toro, Prado Soriano (por otro nombre, Haza del Tesoro), Haza Grande, Eras de Pedro Blázquez, Huerta de la Matea, Recodo de Cagasebo y Fuente del Burro; 15 hectáreas dispersas en varios parajes a nombre de D. Patricio Ruiz Delgado y 2 hectáreas que en su testamento había otorgado D. José Sánchez Palomares a la iglesia de Santiago de la Espada.

Pero el informe favorable a las pretensiones del sindicato católico que Ramón del Pando elaboró y presentó al gobierno de la dictadura no convenció al parecer a Miguel Primo de Rivera y éste designó, el 3 de enero de 1929, como juez instructor del expediente que nos atañe, a D. Emilio Rodríguez Tarduchy, comandante de Infantería y hombre de suma confianza de Miguel Primo de Rivera. Es el mismo D. Eduardo Araque quien afirma que Rodríguez Tarduchy tuvo que trasladarse a Santiago de la Espada, para estudiar "in situ" el asunto para el que se le había comisionado. Poco después -en febrero de 1929- se daba orden a la Dirección General de Acción Social Agraria para que se agilizara una comisión que, en dos meses, ofreciera "la solución más rápida, eficaz y equitativa que pueda darse a los problemas de carácter social, con relación a la tierra, planteados en el municipio de Santiago de la Espada, ampliando dicho estudio a toda aquella comarca".

El resultado de todas aquellas diligencias puede leerse en el artículo citado de D. Eduardo Araque, pero lo que es digno de mención es la personalidad que, por orden gubernamental, visita Santiago de la Espada a primeros del año 1929: D. Emilio Rodríguez Tarduchy. Se trata de un militar de dilatada carrera y uno de los conspiradores más silenciosos de la España del siglo XX. Emilio Rodríguez Tarduchy nació en Sevilla el año 1880, estudió Derecho en la Universidad Central de Madrid y pronto se dedicó al periodismo, destacando como redactor en LA VOZ DE CASTILLA, dirigiendo LA CORRESPONDENCIA MILITAR que más tarde se transformaría en LA CORRESPONDENCIA y escribiendo también para EL SIGLO FUTURO. Tarduchy perteneció a las Juntas de Defensa, militando en el partido Unión Patriótica de la dictadura primorriverista. Con la llegada de la II República, Tarduchy se retiró del ejército por desavenencias con la línea política de Manuel Azaña. Allá por 1933 fue Tarduchy quien fundaría una sociedad secreta militarista: la U.M.E. (Unión Militar Española) que empezó a trabajar en la conspiración contra la República. Cuando se fundó Falange Española, Tarduchy, hombre leal a Miguel Primo de Rivera, corrió raudo a formar parte de la organización política que el hijo del antiguo dictador ponía en marcha. Ingresó en la Falange Española y ocupó importantes cargos organizativos en la formación joseantoniana.

Tarduchy, ni que decir tiene, hizo la guerra en el bando franquista. Pero a raíz del decreto de unificación (14 de abril de 1937) por el cual Franco dictaba la fusión de las milicias falangistas con las del Requeté carlista, los falangistas más adictos a José Antonio Primo de Rivera (fusilado el 20 de noviembre de 1936 en Alicante) se mostraron reticentes a la voluntad de Franco y el falangista Manuel Hedilla, legítimo sucesor de José Antonio, con otros 600 falangistas opuestos a Franco, fueron arrestados bajo acusación de conspiración el 25 de abril de 1937. Hedilla fue condenado a muerte por Franco, pero se le conmutó la pena capital a ruegos, entre otros, de Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio. Terminó la guerra y Franco continuó exhibiendo los símbolos falangistas en promiscuidad con los símbolos del tradicionalismo, pero no todos los falangistas estaban en conformidad con el régimen franquista. Por eso, en diciembre de 1939, aparece otra vez en la historia de las conspiraciones el ilustre visitante de Santiago de la Espada, Tarduchy. En la casa de Emilio Rodríguez Tarduchy se reunieron en ese mes los falangistas desafectos a Franco, fundando otra sociedad secreta -ahora política, pero sin renunciar al uso de las armas: la llamada Falange Auténtica. Tarduchy sería su presidente, entre los que se adhirieron a Falange Auténtica estaban Patricio González de Canales, Daniel Buhigas, Luis de Caralt y otros.

Entre los planes de la Falange Auténtica figuraron varias intentonas de atentado contra Francisco Franco y también contra Serrano Súñer, promotor del decreto de unificación. Los falangistas "auténticos" en clandestinidad estudiaron la posibilidad de hacer saltar por los aires la tribuna presidencial del día de la Victoria (1 de abril de 1941), se deshechó la idea por considerarla inmoral en tanto que la bomba no sólo hubiera liquidado a Franco, sino a otras personas que no eran objetivo de los falangistas conspiradores. Se pensó entonces en un atentado a pistola, teniendo como escenario el Teatro Español de Madrid. Las conversaciones no fructificaron y, al final, no se llevó a efecto el plan tiranicida.

Eso no fue obstáculo para que Francisco Franco dictara la pena de muerte sobre no pocos falangistas que sufrieron la represión franquista, contra todo lo pensable. En 1937 se ejecutó a Mariano Durruti, hermano del anarquista Buenaventura Durruti y miembro de Falange; en 1942, Juan Domínguez, inspector nacional del SEU... La lista podría ser ampliada. 

Pero en el invierno de 1929, cuando Emilio Rodríguez Tarduchy visitó Santiago de la Espada estaba lejos de sospechar todas las conspiraciones que el futuro le depararía. Su versatilidad le permitió burlar la desgracia que, de no haber esquivado, hubiera podido ser fatal para él; Emilio Rodríguez Tarduchy falleció en su domicilio el 29 de agosto de 1964. 

Valga este artículo para resaltar la visita de un personaje que, aunque poco conocido, fue uno de los factótums en la sombra de buena parte de la Historia de España del siglo XX.


Bibliografía:

Cardona, Gabriel, "El problema militar en España".

Hernández Gavi, José Luis, "Episodios ocultos del franquismo".

Araque Jiménez, Eduardo, "El Sindicato Agrícola Católico de Santiago de la Espada. Primera aproximación".

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